¿Puede la genética llevarnos al apocalipsis?

El amanecer del planeta de los simios' plantea los riesgos potenciales de los experimentos de manipulación genética con grandes primates para investigar enfermedades neurodegenerativas y nuevas terapias. ¿Es sólo ciencia ficción?
Fotograma de 'El amanecer del planeta de los simios'.
 Fotograma de 'El amanecer del planeta de los simios'. Fotograma de 'El amanecer del planeta de los simios'.

Si está en la playa quizás haya visto hoy una medusa. Imagínesela en un laboratorio. Un equipo de científicos en EEUU toma uno de sus genes (eligen uno llamado GFP,, que codifica una proteína fluorescente verde) y lo transfieren al óvulo de una mona. Lo fecundan e implantan el embrión resultante en otra mona, que queda embarazada y al cabo de unos meses da a luz a una cría en cuyos tejidos está presente el GFP,, un gen que actúa como marcador y, aunque tiene ninguna función, es fácilmente identificable. Tras muchos intentos fallidos y varios abortos, así nació en 2000 el macaco ANDi, el primer primate transgénico, es decir, modificado genéticamente (pueden ver su foto en la página anterior).

Desde entonces, muy poco a poco, se han ido realizando avances en la manipulación genética de pequeños primates hasta lograr que estos transmitan a sus descendientes genes de otra especie que han sido introducidos artificialmente. Con estos controvertidos experimentos, los científicos investigan la posibilidad de encontrar una cura o al menos comprender mejor cómo se desarrollan enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, cuyo impacto en la sociedad será mayor a medida que la población siga envejeciendo.

El macaco ANDi nació en EEUU a finales del año 2000 y fue el primer mono transgénico.

Precisamente un experimento genético realizado en San Francisco con chimpancés para investigar el Alzheimer es el origen de un virus mortal que en la ficción desencadena una crisis mundial sin precedentes cuando el investigador que lo diseña (cuyo padre padece la enfermedad) se salta los procedimientos. Y es que en El amanecer del planeta de los simios, la última película de la famosa saga (que este viernes se estrena en los cines españoles), los seres humanos no sólo están a punto de extinguirse debido a la llamada gripe de los simios (y a toda una serie de desafortunadas coincidencias). Los que sobreviven porque resultan inmunes a ese virus tienen que convivir con otra especie inteligente: una comunidad de grandes primates constituida por chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes sorprendentemente parecida a la nuestra. Incluso pueden hablar.

Naturalmente se trata de una película de ciencia ficción, pero ¿podría llegar a darse en la vida real una situación peligrosa si un experimento de manipulación genética quedara fuera de control? ¿Cuánto se parecen los grandes primates a nosotros en realidad y hasta qué punto se pueden modificar sus genes y su comportamiento?

«Es importante distinguir entre grandes simios (chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes), que en Reino Unido no se han utilizado en experimentos en los últimos 50 años, de otros primates, sobre todo macacos, que se usan para investigar desórdenes como el Alzheimer o el Parkinson. Aunque estos experimentos pueden hacerse con otras especies, dudo que sea posible evitar totalmente el uso de monos», explica el filósofo británico Thomas Baldwin, de la Universidad de York. En España, se prohibió experimentar con grandes simios en 2013, aunque en nuestro país apenas se usaban.

Baldwin fue uno de los reputados expertos que en 2011 elaboraron un informe de la Academia de las Ciencias Médicas de Reino Unido en el que mostraban su preocupación por los riesgos potenciales de los experimentos genéticos con animales y urgían a que científicos, filósofos, expertos en bioética, legisladores, clínicos, políticos y editores de revistas se coordinaran para garantizar un marco ético común para estas prácticas.

Según explica a este diario, los experimentos con embriones y los trasplantes de células neuronales humanas en cerebros de primates figuran entre las posibilidades más controvertidas. «Cuando hablaba del 'miedo a Frankenstein' me refería a que transplantar células neuronales humanas a un gran simio podría humanizarle de modo que comenzara a tener algunas capacidades humanas. Aunque se trata de algo muy improbable, debe ser considerada si alguna vez se llegara a contemplar una investigación así».

Sobre la posibilidad de que grandes simios llegaran a tener una inteligencia comparable a la humana, considera que «para ser capaz de modificar genes deliberadamente hacen falta enormes conocimientos científicos y mucha experiencia» y no cree que «ni siquiera los grandes simios fueran capaces de adquirir los conocimientos» que se ven en el filme.

El parecido de los grandes primates con los humanos ha intrigado y fascinado a científicos, filósofos o escritores desde hace siglos. En el informe sobre bioética, Baldwin menciona un breve relato de ficción que Franz Kafka escribió en 1917 (Un informe a la Academia). En él, un simio capturado en África y trasladado a Europa narraba, describiendo sus sentimientos y experiencias, cómo había logrado adquirir una educación similar a la de un humano.

Los genomas de los grandes simios

Sin embargo no ha sido hasta hace menos de una década cuando han podido empezar a comparar en el laboratorio hasta qué punto somos parecidos a los grandes simios, con los que compartimos un ancestro común, y de los que nos separamos como especie hace unos seis millones de años. Tomàs Marquès-Bonet, profesor ICREA en el Instituto de Biología Evolutiva (Universitat Pompeu Fabra-CSIC), lidera uno de los pocos grupos que ha participado en la reconstrucción de los genomas de todos los grandes simios (el primero fue el del chimpancé, en 2005). «El acceso al genoma de estos simios nos ha revelado que somos más diferentes de lo que pensábamos», explica por teléfono desde Barcelona.
Macacos  con genes «a medida» nacidos en China.
Macacos  con genes «a medida» nacidos en China. Macacos con genes «a medida» nacidos en China. CELL

Y es que, según subraya, aunque se suele decir que los humanos compartimos con chimpancés y bonobos (los más parecidos a nosotros) casi un 99% de los genes, en realidad ese 1% distinto se basa en las zonas que podemos comparar [y más del 20% no es comparable]. Por ello, se ajusta más a la realidad afirmar que nuestros genomas difieren como mínimo, en un 1%, y como máximo, en un 10%. Con los gorilas, se cree que la diferencia oscila entre el 2% y el 12% mientras que con los orangutanes sería de entre un 3% y un 15%.

Pero disponer de sus genomas es sólo el primer paso en el proceso científico. Todavía queda casi todo por hacer, pues llega la hora de interpretarlos, una tarea que confiesa, resulta «frustrante» para un biólogo evolutivo. «Ni siquiera sabemos todavía por qué ellos tienen pelo y nosotros no», resume.

«Una de nuestras limitaciones es que no tenemos animales de experimentación y no los debemos tener. Hay muchos experimentos que se podrían hacer para averiguar qué hacen las partes del genoma que tenemos diferentes, pero no se van a hacer nunca por cuestiones éticas. Es bonito que como sociedad pongamos por delante la ética», subraya. Por ello, y volviendo a la última entrega de El Planeta de los Simios, sostiene que «la sociedad puede estar tranquila porque no hay planes para hacer ingeniería genética con chimpancés u otros grandes simios».

Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva y uno de los mayores expertos a nivel mundial en ADN antiguo, prefiere no dar su valoración sobre las implicaciones de los estudios con primates modificados genéticamente, aunque coincide con su colega en rechazar estas prácticas con animales: «Para mí, la experimentación con métodos invasivos con primates no humanos no es éticamente aceptable, a pesar de los potenciales beneficios de investigación biomédica o toxicológica que puedan derivarse de ellos».

El filme y la vida real

«Los primates son muy inteligentes pero no hablan y los intentos por enseñarles un idioma humano han fracasado. Pero por supuesto, si se modifican sus genes, las cosas podrían cambiar», apunta Frans de Waal.

El prestigioso primatólogo confiesa que la película le interesó «de principio a fin» y destaca que «lo más importante es que ha demostrado que no es necesario el uso de simios reales en cine. «La película tiene un gran argumento y una excelente animación. Es un poco violenta para mi gusto, pero supongo que es como cualquier filme de acción. Normalmente en estas películas están los buenos y los malos y hay muchos personajes masculinos. Los personajes femeninos son escasos y ornamentales", analiza. De hecho, le parece extraño que aparezcan tan pocas hembras en una comunidad de primates.

Hay más licencias y diferencias con la vida real a la hora de plasmar una sociedad simia: «En la película están claramente humanizados. Caminan a dos patas, hablan, producen lágrimas [algo que no sucede en la vida real], tienen vida familiar y expresiones humanas», enumera. También echa en falta sexo, romance y juegos, aspectos muy importantes en los primates. «Es típico de Hollywood que se sientan más cómodos con la violencia (volando los sesos de alguien) que con el sexo (ni siquiera se puede mostrar un pecho desnudo)», señala.
A la izquierda dos ejemplares de mono tití con el gen fluorescente...
A la izquierda dos ejemplares de mono tití con el gen fluorescente... A la izquierda dos ejemplares de mono tití con el gen fluorescente nacidos en 2009 en Japón. KEIKO UNIVERSITY

«Me quedé desconcertado por Koba, que aparentemente es un bonobo. Y es improbable que un bonobo sea tan violento y vengativo», señala Frans de Waal, al que llamó mucho la atención el orangután que está interesado por los libros y ejerce de profesor.

Por otro lado, recuerda que «los chimpancés emplean herramientas y son bastante agresivos así que esa parte sí encaja».

Desde el yacimiento de Atapuerca que codirige y en plena campaña de excavación, el paleontólogo Eudald Carbonell recuerda en conversación telefónica cuánto le gustó e impactó la primera película de El Planeta de los Simios, la que en 1968 protagonizó Charlton Heston.

Por lo que respecta a la inteligencia de los grandes simios, el paleontólogo catalán recuerda que con independencia de la genética, un obstáculo es que su cerebro es tres veces más pequeño que el del hombre, por lo que la posibilidad de que pudieran tener capacidades como las del hombre es ciencia ficción. Sin embargo, sí ve algún aspecto realista: «Creo que en el futuro convivirán varias especies inteligentes, seguramente el Homo sapiens, cíborgs y el Homo ex-novo». Es el término que Carbonell, director también del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), propone para designar a un hipotético y futuro hombre evolucionado.

En Atapuerca y otros yacimientos los paleontólogos intentan reconstruir el puzle de nuestra evolución. Saben, por ejemplo, que los neandertales convivieron con los sapiens: «Se mezclaron, pero poco, y eso demuestra que tenían identidades muy distintas», añade.

Pedro Pozas, director del Proyecto Gran Simio, una organización en defensa de los derechos de los primates, Pozas sí teme las consecuencias de la modificación genética de primates: «Nuestra valoración al respecto es que estamos jugando con fuego y puede que algún día se nos vaya de las manos cualquier experimento genético de este tipo y ocasionemos una hecatombe para el ser humano, bien accidental o provocada». Su organización ha elaborado un manifiesto y está recogiendo firmas para que los grandes simios sean considerados "personas no humanas".

El conservacionista rechaza el uso de monos para la experimentación, y sostiene que «existen métodos más seguros, rápidos y económicos como el cultivo de células humanas en laboratorio». Por lo que respecta a los grandes primates, aplaude que se haya prohibido su uso en experimentos, aunque recuerda que hay todavía «una gran cantidad de chimpancés, gorilas y orangutanes que están en una situación precaria en nuestro país, cautivos en zoológicos, con mucho estrés y la mayoría están enfermos psicológicamente».

Fuentes: El Mundo.es

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