Combustión humana espontánea
Javier Garrido
Una de las anomalías que mayor entusiasmo provocan en los devotos de lo paranormal es la llamada Combustión Humana Espontánea (frecuentemente citada por sus siglas en ingles: SHC, Spontaneous Human Combustion). Implica que un cuerpo humano, por lo usual vivo, comienza a arder de un modo súbito, sin una fuente de ignición externa conocida; al parecer, el fuego es producido por calor generado internamente, a través de algún mecanismo oscuro e indeterminado (existen varias teorías al respecto, todas igualmente insatisfactorias). Desde el siglo XVII hasta la actualidad se han documentado varias decenas de casos de este insólito evento.
En su versión más divulgada, el fenómeno nos es presentado de la siguiente manera: de forma inesperada, la víctima estalla en llamas; el fuego aparece bruscamente y sin causa discernible, es muy intenso y extremadamente localizado; en un lapso de tiempo muy corto, de minutos o aún de segundos, el cuerpo queda casi completamente destruido y reducido a un pequeño montón de cenizas grisáceas. La víctima no tiene la más mínima posibilidad de pedir ayuda o de realizar maniobras salvadoras. Por contraste, los objetos ubicados en su proximidad quedan relativamente indemnes, incluyendo algunos tan extremadamente combustibles como una pila de periódicos o una caja de cerillas; en numerosas ocasiones, las ropas de la víctima resultan relativamente poco dañadas. Como detalle macabro adicional, algunos segmentos del cuerpo resultan casi intocados por las llamas, generalmente las piernas y los pies, en ocasiones los brazos. Cuando no es destruido, el cráneo queda encogido hasta un tamaño inverosímil. Una capa de hollín grasiento suele quedar depositada en las paredes y en el techo de la habitación. En otras ocasiones, pequeños fragmentos del cuerpo quedan esparcidos por las paredes: es la "Explosión Humana Espontánea", aún más espectacular pero mucho menos documentada en la literatura.
Por supuesto, todo esto resulta realmente impresionante; de inmediato se agolpan en la mente imágenes de fuerzas ignotas y terroríficas, de dimensiones alteradas, de vorágines psíquicas, de poltergeists, y otras por el mismo estilo. Más terrenalmente, el fenómeno resulta particularmente insólito porque un cuerpo humano es, en condiciones normales, bastante difícil de quemar, si la idea es reducirlo a un montón de cenizas. Alrededor de tres cuartas partes del peso de un cuerpo humano son simplemente agua, lo que lo hace un pésimo substrato para la combustión. En un horno crematorio, se requieren temperaturas entre 760 y 1100 °C durante dos a tres horas para destruir un cadáver (el tiempo varía de acuerdo al peso y la talla del mismo), dejando un remanente de 1800 a 3600 gramos de residuos sólidos. Y ni siquiera en estas condiciones los huesos son reducidos a polvo: quedan en forma de fragmentos de tamaños diversos, que deben ser sometidos posteriormente a un procesamiento mecánico.
Por lo visto, nos encontramos ante un fenómeno inexplicable desde el punto de vista de la llamada "ciencia oficial". ¿O quizás no? Pero, antes de sacar conclusiones, tengamos en cuenta dos puntos de cierta importancia:
1. La descripción que he dado del fenómeno es más o menos "standard" entre los divulgadores de lo paranormal; sigue los hechos a grandes rasgos, pero se caracteriza por un par de curiosas omisiones (omisiones, por otra parte, intencionadas; de ellas hablaremos más tarde), y contiene asimismo algunas falsedades bastante gruesas.
2. La víctima siempre está sola, y en consecuencia no hay testigos. De hecho, no existe ningún caso verificado en que alguien haya observado una de esas supuestas "combustiones humanas espontáneas". ¿Ni un testigo? Pues sí, ningún testigo, en toda la ya larga historia del fenómeno..
.
A veces, basta un ligero esfuerzo para convertir lo simplemente extraño en inexplicable. En los párrafos siguientes intentaré dilucidar que hay de mito y que hay de realidad dentro de este aparente misterio.
Algo de historia y unos pocos casos La historia no comenzó precisamente ayer. Como se mencionó al principio, existen varias decenas de casos documentados, nada menos que desde el siglo XVII. Pero hay que tener cuidado respecto a lo que significa "documentado": en ocasiones se trata de información de segunda, tercera o cuarta mano, a veces conocemos solo un nombre, a veces solo una fecha, muchas veces ni eso. Y en todo caso, "documentado" no significa, de ninguna manera "verificado".
El primer caso con fecha conocida data, según parece, de 1673, cuando un ciudadano de París, anónimo y según parece alcohólico, "fue reducido a una pila de cenizas y unos pocos huesos de los dedos, pero la cama de paja en la que murió quedó intacta" (Garth Haslam: Spontaneous Human Combustion; Brief Reports in Chronological Order). Al respecto, no conocemos otras circunstancias. Otros autores citan un caso de 1662, sin proporcionar más detalles.
Un caso famoso ocurrió alrededor de 1731 (curiosamente, se desconoce la fecha exacta): el de la condesa Cornelia di Bandi de Cesena, de 62 años de edad. Los restos de esta noble dama fueron encontrados por su doncella en el piso de su dormitorio (se presume que al ir a despertarla en la mañana). El cuerpo de la condesa había quedado reducido a una pila de cenizas "que dejaban en la mano una humedad grasienta y maloliente", pero las piernas y los brazos se encontraban relativamente intactos; parte del cráneo y la quijada se encontraban entre las piernas. Las paredes de la habitación estaban cubierta de hollín, y el suelo de un liquido pegajoso; de la parte inferior de la ventana goteaba un extraño líquido amarillo y grasiento; la cama no había sufrido daños. En el piso se encontró una lámpara de aceite vacía, cubierta de cenizas. Según parece, la fuente original de esta descripción es un artículo de 1746; posteriormente, este caso sería citado nada menos que por Charles Dickens. Es de hacer notar que en este incidente se encuentran prácticamente todos los hallazgos no míticos que posteriormente se repetirán una y otra vez en los casos modernos, y que caracterizan a la llamada "combustión humana espontánea".
La primera investigación sistemática del fenómeno se le debe al francés Jonas Dupont, quien en 1763 publicó un libro titulado De Incendis Corporis Humani Spontaneis. Según se cree, Dupont se inspiró en un caso ocurrido en febrero de 1725 en Rheims, el de una mujer llamada Nicole Miller, encontrada quemada en el piso de su cocina.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX los casos menudean. Algunos de ellos resultan verdaderamente espeluznantes, como el de la Sra. Peacock, ocurrido en algún momento antes de 1809. El cuerpo de la desdichada mujer fue descubierto cuando a las dos de la madrugada sus restos carbonizados comenzaron a caer en la habitación de su vecino del piso de abajo, a través de un hoyo quemado en el suelo de madera. El gran novelista victoriano Charles Dickens no desdeñó el tema, y en su novela Bleak House, publicada en 1853, hizo morir a uno de sus personajes de esta manera tan dramática, empleando como recurso literario los detalles del caso de la condesa di Bandi. A las objeciones de un crítico respecto a que la combustión humana espontánea era imposible, Dickens respondió en el prefacio de la segunda edición de su novela invocando los alrededor de treinta casos registrados hasta entonces. Por lo que se ve, las polémicas al respecto no constituyen ninguna novedad.
Posteriormente, el interés por la Combustión Humana Espontánea languideció, hasta que vino a reanimarlo el célebre caso de Mary Reeser, ocurrido el 2 de julio de 1951 en St. Petersburg, Florida, el cual es considerado como un "clásico" de la Combustión Humana Espontánea. La Sra. Mary Reeser, una obesa viuda de 67 años de edad, fue encontrada reducida a cenizas en su apartamento; el cuerpo había quedado casi totalmente destruido, a excepción de su pie izquierdo. También se habían quemado el sillón donde se encontraba sentada, y una mesa y una lampara adyacentes; el resto del departamento sufrió muy pocos daños. Un detalle: la última vez que fue vista con vida - por su hijo, la noche anterior - la Sra. Reeser acababa de tomar dos cápsulas de Seconal, y fumaba un cigarrillo.
Los restos de Mary Reeser, encontrados en su departamento el 2 de julio de 1951. Este caso es considerado como un verdadero clásico de la SHC, y se le llamó "el misterio de la mujer-ceniza". Al ocurrir la tragedia, la Sra. Reeser, de 67 años, se encontraba bajo los efectos de los barbitúricos que había ingerido previamente. El reporte policial concluye que "una vez que el cuerpo empezó a arder, la casi completa destrucción ocurrió por la combustión de sus propios tejidos grasos".
Después vendrían otros casos no menos famosos: el de John Irving Bentley, un cirujano de 92 años de edad, en 1966; en 1980 el de Henry Thomas, de 73 años; en 1986 el de George Mott, un bombero retirado de 58 años que sufría de una severa enfermedad pulmonar, por citar solo algunos.
Algún investigador acucioso de los fenómenos paranormales ha intentado establecer un censo de los casos de supuesta Combustión Humana Espontánea ocurridos en los últimos años. Así, se ha llegado a determinar que en la década de los 50 ocurrieron once casos, en la de los 60 siete, en la de los 70 trece y en la de los 80 nada menos que veintidós. Estas cifras sin duda lucen alarmantes, pero hay que mirarlas con desconfianza, por la franca tendencia de los divulgadores de estos fenómenos a mezclar casos "comprobados", con otros que no lo son tanto, con meros rumores y con cuentos que van de boca en boca. Garth Haslam, en su ya mencionada compilación Spontaneous Human Combustion; Brief Reports in Chronological Order, describe 53 casos desde el siglo XVII hasta 1982, de los cuales clasifica a veinte dentro de la categoría de "datos desconocidos o inseguros". De aquellos que presentan "datos conocidos", quince ocurrieron a partir de 1951, y de estos, varios resultan muy sospechosos, como el de cinco hombres encontrados quemados dentro de un automóvil en una carretera rural de Kentucky en 1960, o el de una mujer anónima que supuestamente fue vista estallar en llamas "mientras caminaba", en Chicago en octubre de 1982, y que al final resultó ya estar muerta antes de quemarse, aparte de que se encontraron trazas de hidrocarburos acelerantes en sus ropas, o el de otra mujer desconocida encontrada quemada hasta morir "en algún lugar de Londres" (???) en 1964...
¿Cuantos de estos casos corresponden simplemente a crímenes y accidentes ordinarios? No hay forma de saberlo, precisamente por la falta de datos consistentes; pero se transmutan alegremente en SHC y pasan de inmediato a engrodar las estadísticas del misterio. Por lo visto, las fuerzas más allá de nuestra comprensión necesitan de cuando en cuando una pequeña ayuda humana para que resulten convincentes. Exactamente igual que ocurre con el ya semiolvidado "misterio" del Triángulo de las Bermudas.
Los hallazgos clásicos. La siguiente es la descripción de un caso bastante típico de supuesta "combustión humana espontánea", tomada y traducida de Tiempos Fortianos:
Un caso de aparente combustión humana espontánea ha ocurrido en el condado de Kerry, en la República de Irlanda. El 24 de marzo, John O'Connor, de 76 años de edad, fue encontrado muerto en la sala de su casa en Gortaleen, cerca de Tralee, por la enfermera comunitaria que lo visitaba regularmente. Ella notificó a las autoridades locales, quienes encontraron los restos carbonizados en una silla colocada a cierta distancia de la chimenea. El cuerpo había sido severamente dañado por un fuego intenso y localizado; solo su cabeza, la parte superior del torso y sus pies permanecieron sin quemarse. Había pocos daños en la habitación y los muebles.
El párroco de la localidad, Patrick McCarthey, quien asistió a la escena, dijo que le había parecido "como si alguien hubiera puesto petróleo en una lámpara". Tanto un teléfono como un aparato de alerta comunitaria se encontraban al alcance del occiso, lo que sugiere o que el fuego lo envolvió con gran rapidez, o que O'Connor estaba ya muerto cuando este se inició. Él había sido visto por última vez en la tarde del 23 de marzo.
Los reportes iniciales sugirieron que las autoridades locales mantenían la mente abierta a todas las posibilidades. Sin embargo, el superintendente Tom Conway, de la Estación de Tralee, que cubre el área de Castlemaine, fue rápido acerca de encontrar una causa. "El Sr. O'Connor era un fumador empedernido, y sabemos que en el pasado ya había sufrido desvanecimientos. También sabemos que él se había quemado a sí mismo malamente en el pasado. Hasta donde nos concierne, él perdió el conocimiento en la silla y se prendió fuego con un cigarrillo" - dijo a Tiempos Fortianos. Una pesquisa se encuentra en marcha.
Las similitudes con los casos descritos arriba de la condesa Cornelia di Bandi y de Mary Reeser saltan a la vista, incluidos un par de detalles que los divulgadores de lo paranormal optan por ignorar: en primer lugar, la presencia de una fuente externa de ignición bastante obvia; en segundo lugar, que la víctima a estado sola durante un período de tiempo más o menos prolongado. También encontramos una suposición muy valiosa: la de que el anciano ya estaba muerto cuando el fuego se inició. Nótese que al redactor del reportaje no parece agradarle mucho que el superintendente sea tan rápido en encontrar la causa lógica del accidente; por lo visto, hubiera preferido que mantuviera "abierta la mente a todas las posibilidades" (¿Cuáles serán esas? ). Esto también resulta bastante típico del tema.
Por lo pronto, vayamos trazando un perfil de estos casos, excluyendo, por supuesto, los rasgos puramente mitológicos o legendarios de los mismos:
1. El evento siempre ocurre dentro de recintos cerrados, usualmente en el dormitorio de la víctima.
2. La víctima siempre está sola, y ha permanecido así por un período que usualmente abarca varias horas; en muchas ocasiones, el cuerpo se descubre "a la mañana siguiente". Nunca hay testigos, nadie se da cuenta de lo que está ocurriendo.
3. Las quemaduras generalmente son más severas que las que suele causar un fuego "normal". En un incendio convencional, el cuerpo casi siempre resulta carbonizado, pero queda más o menos completo. Además, las quemaduras por supuesta "Combustión Humana Espontánea" no se distribuyen uniformemente en el cuerpo: el torso y los muslos por lo general son los más afectados, quedando en muchas ocasiones destruidos casi por completo y reducidos a cenizas (incluyendo los huesos), pero las extremidades resultan relativamente indemnes (un pie, un brazo, a veces el cráneo).
4. La combustión es muy localizada: se quema el cuerpo y los objetos situados en su proximidad inmediata. Esto incluye las vestimentas de la víctima, que por lo general resultan completamente destruidas (en contra de lo que suele afirmar la mitología de la SHC), su asiento, las ropas de cama, una mesa ubicada junto a ella, el piso de la habitación donde yace, si este es combustible. Pero fuera de este círculo de destrucción, los objetos quedan relativamente indemnes.
5. El piso alrededor del cuerpo está casi siempre cubierto por una capa de sustancia grasienta, amarilla y maloliente; restos de dicha sustancia, o de "un hollín grasiento", pueden encontrarse también en el techo y en las paredes.
6. Los objetos que se encuentran por encima más o menos un metro del suelo muestran signos de daño por calor (por ejemplo, las tapas plásticas de los interruptores eléctricos, que se funden); los objetos por debajo de esa línea, no muestran daños.
7. Las víctimas en sí muestran algunas características interesantes: se ha estimado que el 80 % son mujeres; muchas son obesas o con sobrepeso, una gran proporción de ellas son alcohólicas o han estado bebiendo antes del accidente, es frecuente que sean de edad avanzada, otras presentan enfermedades crónicas. En general, puede decirse que siempre presentan alguna seria desventaja física que los coloca en gran riesgo de morir (de la supuesta combustión o de cualquier otra cosa).
8. Siempre existe una fuente externa de ignición en la habitación y cerca de la víctima. Muchas de las víctimas son fumadoras, y fumadoras de hábitos desordenados (como el anciano John Bentley, cuyo guardarropa estaba lleno de quemaduras de las cenizas de su pipa).
Otro clásico de la "Combustión Humana Espontánea". Estos son los restos del Dr. John Irving Bentley, fallecido en 1966. Este anciano médico de 92 años era un fumador tan empedernido como descuidado; muy probablemente sus ropas se incendiaron e intentó llegar al baño en un vano intento por obtener agua para apagarlas. Cuando cayo al suelo el linóleo que lo cubría actuó como fuente adicional de combustible, al igual que la madera debajo de este. La pierna quedo relativamente intacta probablemente por no estar envuelta en la bata de casa que llevaba la víctima.
La mitología de la SHC dice que la víctima estalla en llamas bruscamente y que es consumida en un lapso de tiempo muy corto (¿minutos? ¿segundos?). Pero, ¿cómo se puede afirmar esto si nunca hay testigos? Sin duda, los divulgadores consideran que el hecho de que la víctima no tenga la oportunidad de solicitar ayuda es una prueba de esto, pero no lo es. Si la víctima se encuentra alcoholizada, o inconsciente por cualquier otra causa (Mary Reeser había ingerido dos cápsulas de secobarbital), o incluso muerta en el momento en que se inicia el fuego, es improbable que pueda pedir auxilio de modo efectivo. A la inversa, si es capaz de solicitar ayuda, y esta llega a tiempo, y se descubre que ha estado fumando en la cama (por ejemplo), nadie pensará en Combustión Humana Espontánea (bueno, casi nadie, pues no faltará quien enarbole la bandera de la "supervivencia a la SHC", como veremos más adelante). Recuérdese también que la víctima por lo general ha permanecido sola durante horas, por lo que el fuego puede haber estado actuando por un lapso de tiempo considerable. De hecho, es mucho más compatible con la completa destrucción de las partes óseas una incineración que actúa a temperaturas relativamente bajas durante horas que uno que se presenta en forma de "bola de fuego" que fulmina a la víctima. Y definitivamente, si hay una fuente de ignición externa, conocida y comprobable, no puede tratarse de una "combustión espontánea". Quizás deberíamos comenzar a hablar de la "Combustión Humana Provocada". Sonaría mucho menos sensacional, pero sería más ajustado a la realidad. Lo malo es que con una denominación así no se venden libros, ni se obtienen buenos encabezados periodísticos, ni se hace carrera en el mundo de los fenómenos paranormales.
En buena parte, la leyenda de la Combustión Humana Espontánea está construida en base exageraciones y omisiones de este tipo. Se omite la mención de las discapacidades de la víctima, del tiempo que ha permanecido sola y la presencia de una fuente de ignición; se exagera la velocidad con que el fuego la ha consumido, y se inventan algunos detalles adicionales y fantasiosos, como el tan manido de que "yacía dentro de sus ropas intactas". Si alguien piensa en realidad que las ropas de la víctima no se queman con ella, solo tiene que echarle un vistazo a las fotografías de esta página para convencerse de lo contrario
Otras combustiones y más hechos "inexplicables" Hasta el momento nos hemos referido únicamente a la "forma clásica" de la Combustión Humana Espontánea; sin embargo, parece ser que existen otras modalidades no menos inquietantes, extrañas y espectaculares. Garth Haslam, en su excelente y exhaustiva revisión del tema (véase el enlace correspondiente al final de la página), ensaya la siguiente sistematización del fenómeno:
Tipos de Combustión Humana Espontánea
Tipo 1: Casos fatales Subtipo 1: Quemaduras clásicas Subtipo 2: Combustión con testigos Subtipo 3: Quemaduras selectivas Tipo 2: Casos no fatales Subtipo 1: Llamas misteriosas Subtipo 2: Quemaduras misteriosas Subtipo 3: Humo misterioso.
Haslam reconoce que tres cuartas partes de todos los casos corresponden a los casos fatales, y de estos, la mayoría entran en el Subtipo 1 de la primera clase, "Quemaduras clásicas", a las que también denomina "Quemaduras de dormitorio". Caracteriza las "quemaduras clásicas" por algunos hallazgos que ya nos resultan bastante familiares, como que el cuerpo de la víctima y sus ropas se encuentran reducidos a cenizas, que pequeñas porciones del cuerpo permanecen sin quemarse, la ausencia de extensión del fuego a los objetos que no están en la inmediata proximidad de la víctima, y el depósito de una sustancia grasosa en las paredes y el techo.
Resaltemos aquí un aspecto: Haslam no incurre aquí en las tradicionales supercherías, tan comunes, de afirmar que el cuerpo es destruido en "minutos o segundos" o que "las ropas estaban intactas", lo que resulta bastante alentador. Más adelante, Haslam nos informa que en la mayoría de los casos existe evidencia de que la víctima pudo estar incapacitada o muerta antes de ser quemada, y de que "cuando los hechos completos de los casos son revisados, en la mayoría se encuentra una fuente de ignición que tradicionalmente ha sido ignorada por los repetidores de leyendas" (aunque eso ya lo sabíamos).
Haslam advierte que los casos fatales de esta primera clase "tienden a ser más fácilmente explicables, haciendo de ellos el foco de atención de los escépticos". Y considera, muy acertadamente que los del Subtipo 2 (combustión frente a testigos), por otra parte bastante menos comunes, "son evidentemente de más interés en la argumentación para la combustión humana espontánea". Esto resulta bastante claro; si una persona se incinerara espontánea y bruscamente, y sin que medie causa discernible, frente a un grupo de observadores, constituiría un poderoso argumento a favor de la Combustión Humana Espontánea. Solo que, como reconoce el mismo Haslam muy honestamente, "desafortunadamente, muchos de los casos conocidos de este tipo están pobremente documentados y básicamente inconfirmados". Sería interesante saber porque piensa que ocurre esto, pero no nos lo informa en ninguna parte. No debería ser difícil verificar adecuadamente un caso que ocurre frente a testigos... a menos que tales casos sean simplemente inexistentes.
Haslam también describe un pequeño Subtipo de quemaduras fatales, a los que califica de "quemaduras selectivas"; esto significa que mientras la víctima se ha quemado hasta morir, existen objetos estrechamente asociados al cuerpo, y que por fuerza debieron quemarse también, que han resultado prácticamente indemnes. En esto se incluyen "las ropas de la víctima, la silla donde fue encontrada, etcétera". Demás está decir que "estos casos son evidentemente prometedores si se confirman; pero, otra vez, ellos tienden a estar pobremente documentados". Pero aunque estén tan pobremente documentados, esta clase de quemaduras "selectivas" son indisociables de lo que la imaginería paranormal considera "combustión humana espontánea"; siempre suele escucharse que "el cuerpo carbonizado fue encontrado yaciendo dentro de sus ropas indemnes", "el asiento no fue tocado por las llamas", "la ropa de cama estaba intacta" y cosas por el estilo. Con frecuencia se asimilan abusivamente hallazgos de esta clase a los casos de "quemaduras clásicas", en donde simple y llanamente no tiene cabida, quizás para hacerlos más misteriosos.
Por otra parte, quizás exista una solución de sentido común si alguna vez se encuentra un cuerpo calcinado yaciendo sobre un sillón o una cama sin signos de daño por fuego. Simplemente, el cuerpo ardió en otra parte y luego alguien lo colocó en ese lugar. Pero primero habría que encontrar algún caso que no tienda a estar "pobremente documentado". Lo que por lo visto resulta bastante difícil.
Siempre de acuerdo a Haslam, una cuarta parte de los casos de Combustión Humana Espontánea involucran "casos no fatales". Sin duda, este podría ser también un filón prometedor. Incluyen las "llamas misteriosas", las "quemaduras misteriosas" y el "humo misterioso". No nos informa si estos casos han sido debidamente documentados o no, pero sí nos advierte de que "infortunadamente, las víctimas de estos eventos generalmente no tienen mejor idea de lo que ha ocurrido que los investigadores". Curiosamente, en su recopilación de casos, Haslam solo describe uno de este tipo, el de Jenna Winchester, fechado en octubre de 1980; pero como la única fuente que cita es un libro de Colin Wilson (escritor ingles dedicado a los temas ocultistas, con una credibilidad paralela a la un de un Charles Berlitz, por ejemplo) no da la impresión de que sea precisamente un caso bien "documentado", ni mucho menos.
Haslam, muy sabiamente, omite mencionar un caso famoso de "supervivencia" a la combustión humana espontánea: el de Jack Angel. Y sin embargo, este es constantemente citado por los devotos de lo paranormal. Veamos una breve descripción de este turbador caso, tomada de la página "Lo Inexplicable 1999":
En 1974, en Georgia, Estados Unidos, Angel se fue a dormir y despertó cuatro días mas tarde con unas quemaduras tan horribles que fue necesario amputarle el antebrazo derecho. Por otra parte, el pijama y las sabanas de la cama estaban intactos y no sintió ningún dolor hasta varias horas después de haber recuperado la conciencia. Angel no pudo recordar como se hizo las lesiones, incluso bajo regresión hipnótica.
Espeluznante ¿verdad? De repente, uno comienza a pensar que echarse a dormir puede resultar ser una actividad sumamente riesgosa. Pero busquemos más detalles. Concretamente, el caso ocurrió en Savannah, Georgia, a mediados de noviembre de 1974, y la víctima se encontraba en una casa rodante. En esta no había señales de fuego, y "su doctor" le dijo a Angel que "él no se había quemado externamente, sino más bien internamente". Por lo visto, las tinieblas se hacen cada vez más impenetrables. Pero he aquí que de pronto nos enteramos, a través de la pluma de Joe Nickell, uno de los investigadores que más ha hecho por dilucidar este misterios, que en 1975, ese mismo Jack Angel intentó una acción civil contra el fabricante de la casa rodante, por supuesta negligencia. ¿Por no diseñarla a prueba de combustiones humanas espontáneas? Pues no, nada de eso; por negligencia "en el diseño del calentador y en la válvula del agua caliente, y por no proveer una adecuada advertencia de posibles daños". Por lo visto, el señor Angel había estado inspeccionando el calentador de agua, y repentinamente "la válvula de presión se liberó, y como resultado el agua hirviente a tremenda presión fue rociada sobre el demandante". Es claro que si alguien se escalda con agua hirviente, no tienen porque aparecer "señales de fuego" en ninguna parte, y que es muy natural que su pijama no este quemado. Según parece, nos encontramos ya a años luz de distancia de las regresiones hipnóticas. Lo que no impide que este caso siga siendo mencionado una y otra vez, con monótona insistencia y ad nauseam.
En resumen, ¿qué nos queda de todo esto? La clasificación que propone Garth Haslam es, quien lo duda, interesante e ilustrativa, pero presenta el grave problema de que muchas de sus categorías lucen sospechosamente vacías por carencia de casos adecuadamente comprobados que incluir en ellas. ¿Dónde están los casos verificados de "combustión frente testigos"? ¿Y los de los "humos" y "llamas" misteriosas? Por lo visto, en ninguna parte, al menos si hablamos de hechos irrebatibles. Sacando fuera los rumores que van de boca en boca, del tipo leyenda urbana, y los casos que solo son mencionados por autores tan poco confiables como Charles Berlitz, Vicent Gadis, Colin Wilson y Larry Arnold, solo se encuentran adecuadamente comprobados los casos de lo que él llama "Quemaduras Clásicas". De lo que resulta que una clasificación tan exhaustiva y compleja difícilmente puede considerarse necesaria. Sin duda, antes de proceder a la clasificación de un fenómeno, es muy conveniente tener un fenómeno que clasificar. Lo que por lo visto, no es el caso.
Un caso "documentado" de Combustión Humana Espontánea. En 1964, una mujer desconocida se quemo misteriosamente hasta morir "en algún lugar " de Londres. La única evidencia de este misterio es la fotografía adjunta. No sabemos nada de la mujer, ni de las circunstancias de su muerte, ni siquiera donde ocurrió con exactitud. La conclusión de que se trata de una SHC solo puede ser calificada de gratuita.
Varias hipótesis difícilmente necesarias ¿Es el cuerpo humano combustible? ¿Puede encenderse el mismo? Estas son dos preguntas claves con relación a la supuesta Combustión Humana Espontánea, y en torno a ellas ha crecido una frondosa selva de pseudorrespuestas y mistificaciones.
Nadie negará que existe un fenómeno que exige una explicación: como un cuerpo humano puede quemarse según el patrón que se ha descrito más arriba, y que se ha repetido en múltiples oportunidades. Como ya se señaló, en condiciones habituales el cuerpo humano en conjunto es un pésimo combustible. Pero hay que hacer énfasis en que hablamos de "condiciones habituales"; en condiciones especiales esto puede ser muy distinto. Y si bien es cierto que el cuerpo en conjunto es mal substrato para la combustión, existe una parte de él de la que no se puede decir lo mismo: el tejido adiposo, compuesto esencialmente de grasa, y con menos de un 10 % de agua.
Según Garth Haslam, el misterio de la Combustión Humana Espontánea estriba en "la aparente carencia de causas externas de la combustión; en los verdaderos casos de SHC, la única fuente de ignición que la lógica puede dictar es el cuerpo mismo". Pero ya hemos visto que la lógica puede dictar otras muchas fuentes de ignición antes de apelar a un recurso tan extremo e innecesario, con lo que los "verdaderos casos de SHC" quedan reducidos a nada (salvo, por supuesto, aquellos casos que están "pobremente documentados" y "básicamente inconfirmados").
La mente humana ha sido fértil para encontrarle explicaciones inverosímiles a un fenómeno que por lo visto es inexistente, o que siendo caritativos no ha sido nunca comprobado. Las primeras explicaciones eran, como suelen serlo siempre, de carácter eminentemente religioso. De pensaba que el afectado había sufrido alguna clase de castigo divino, lo que resultaba bastante convincente en el siglo XVII. Posteriormente se pensó que la causa de la "Combustión Humana Espontánea" era la excesiva ingesta de bebidas alcohólicas, una hipótesis totalmente implausible pero que retuvo su popularidad durante bastante tiempo. Es indudable que el alcohol si juega un papel, pero no por algún imaginario incremento de la combustibilidad del cuerpo: simplemente, incapacita e insensibiliza a la víctima.
Ya en el siglo XX, las "hipótesis" han menudeado; lo curioso es que la mayoría de ellas son aún más extrañas y menos verosímiles que el supuesto fenómeno que pretenden explicar. Entre ellas tenemos los "fantasmas de fuego" (fenómenos poltergeist incendiarios), la "gente eléctrica" (individuos capaces de generar electricidad estática, y que producirían chispazos que eventualmente incendiarían materiales combustibles), cortocircuitos de los campos eléctricos del organismo (por lo visto, esta es una variante de la anterior), la actividad energética geomagnética, alguna combinación química explosiva en el tubo digestivo, los llamados "rayos de bola" (¡nada menos que dentro de habitaciones cerradas!). También han sido implicados la ansiedad y el stress (???), en combinación con procesos metabólicos anormales. Larry E. Arnold, quien escribió un libro sobre el tema, demostró incluso ser más imaginativo: postula nada menos que una nueva partícula subatómica, el pyrotrón (???).
Es bastante interesante la teoría de que ciertos tipos de dieta puede producir una "combinación explosiva de químicos en el tubo digestivo". Ésta fue propuesta por Jenny Randles, y explica, entre otras cosas, porque no existen casos de combustión espontánea en animales ni en sociedades no descendientes de europeos. Realmente resulta notable que no se conozcan casos de "Combustión Bovina Espontánea", ni de "Combustión Canina Espontánea", ni tampoco de "Combustión Caprina Espontánea" (al parecer, los caprinos solo son atacados por el famoso "Chupacabras", y las vacas sufren mutilaciones por los alienígenas, pero no suelen explotar en llamas por sí solos; por lo visto, cada especie tiene sus problemas paranormales idiosincrásicos). En lo que respecta a las "sociedades no descendientes de europeos", es de hacer notar que la dieta de los habitantes de las clases media y alta de muchas grandes ciudades Latinoamérica no es tan diferente a la de los europeos y estadounidenses, pero a pesar de eso se oponen enérgicamente a ir inflamándose por el mundo. Algún factor genético, quizás...
Como estas explicaciones tan "científicas" no terminan de convencer, hay quien ha postulado la existencia de una "Combustibilidad Preternatural", especie de condición misteriosa que hace que ciertas personas sean capaces de estallar en llamas si se encuentran en las condiciones adecuadas (o más bien, inadecuadas, diría yo) y se exponen a una chispa. Esta explicación no es tan torpe como a primera vista pudiera parecer, pues hábilmente desplaza el foco del problema de la fuente de ignición a la combustibilidad del cuerpo. Así, de golpe, la combustión humana deja de ser espontánea, pues existe una fuente externa de calor, pero sigue siendo igual de indescifrable. Que los escépticos sigan ondeando sus cigarrillos encendidos, sus pipas, sus hornillos y sus lámparas de aceite: tanto da, pues ya el problema no es ese. Demás está decir que nadie ha sido capaz de probar que tal "combustibilidad preternatural" exista, ni dar alguna explicación de los extraños mecanismos que pudieran producirla, ni describir bajo que condiciones debería actuar. Por lo demás, el término "preternatural" implica que "se halla fuera del ser y estado natural de una cosa". ¿Qué puede significar en este contexto? ¿Otra vez la ira divina? ¿Puentes entre dimensiones? ¿Las carrozas de los dioses? ¿Alguna fuerza ignota más allá de nuestra comprensión?
Respecto a todas estas teorías, quizás venga a cuento citar aquí una sensata opinión de Jorge Luis Borges, que aparece en uno de los ensayos de Otras Inquisiciones:
Otro demérito de los falsos problemas es el promover soluciones que son falsas también. A Plinio (Historia Natural, libro octavo) no le basta observar que los dragones atacan en verano a los elefantes: aventura la hipótesis de que lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora, es muy fría.
Otros datos Antes de seguir adelante, quizás sea conveniente dejar en claro algunos puntos que suelen prestarse a confusión cuando se habla de este tema.
El cuerpo humano posee, por supuesto, sus propios mecanismos metabólicos para generar calor, utilizando como substratos lípidos y carbohidratos básicamente. Esta es una auténtica combustión, en la que dichos substratos son oxidados, quedando como residuos anhídrido carbónico y agua. ¿Es factible que estos procesos metabólicos lleguen a generar calor suficiente como para producir que un cuerpo estalle en llamas espontáneamente? Aquí cabe una sola respuesta: un no absoluto y tajante. Los procesos metabólicos de transformación de energía dependen de sistemas enzimáticos muy complejos, ubicados en las mitocondrias. Una enzima es esencialmente una proteína que actúa como catalizador de una reacción química. Sin la presencia de estos catalizadores, muchas de las reacciones químicas del organismo simplemente no se producen, o se producen a un ritmo muy bajo. Pero las enzimas solo funcionan dentro de unas condiciones muy definidas, que no pueden variar más allá de ciertos límites. En estas condiciones se incluyen rangos relativamente estrechos de pH y de temperatura.
¿Qué temperatura puede alcanzar el organismo humano en condiciones "normales" y sobre la base de sus propios mecanismos metabólicos? La temperatura corporal normal oscila aproximadamente entre 35,8 y 37,2°C. Por encima de los 42,2°C se produce daño cerebral irreversible y 45,6° se considera incompatible con la vida. Se han llegado a registrar temperaturas de 44 a 45°C en casos de golpe de calor, pero estas no son causadas por mecanismos metabólicos y fisiológicos intrínsecos, sino que dependen principalmente de factores ambientales exógenos, como la temperatura del medio y el nivel de humedad del aire.
Existen estados patológicos que pueden cursar con importantes incrementos endógenos de la temperatura corporal. Entre estos encontramos la hipertermia maligna. Se trata de un grupo de trastornos hereditarios que se caracterizan por un rápido incremento de la temperatura hasta cifras entre 39 y 42°C, después de la inhalación de ciertos anestésicos, y que puede ser muy difícil de tratar. Esta enfermedad ha dado pie a cierto folklore hospitalario que habla de pacientes que se han "carbonizado" sobre la mesa de operaciones, cosa que de hecho no ha ocurrido nunca, ni puede ocurrir a esas temperaturas. No; la hipertermia maligna no es, de ninguna forma, una "Combustión Humana Espontánea".
Es importante recordar que la homeostasis orgánica se mantiene dentro de unos límites relativamente estrechos. Por encima de cierto nivel de temperatura, alrededor de 42°C, los sistemas enzimáticos dejan de funcionar. Y la producción de calor depende de esos sistemas enzimáticos, por lo que no es de esperarse mayores aumentos de temperatura, salvo circunstancias realmente excepcionales (como el ya mencionado golpe de calor). Ninguna fiebre, por intensa o prolongada que sea, es capaz de incendiar a un paciente. Cuando la temperatura sube lo suficiente, los sistemas que originan el incremento simplemente ya no son operativos.
El mito rebatido Garth Haslam señala que la existencia de la Combustión Humana Espontánea se basa en tres supuestos principales: que las llamas atrapan a la víctima y la destruyen con gran rapidez, la ausencia de una fuente de ignición externa, y que el cuerpo es muy resistente a la combustión, por lo que el fuego debe, forzosamente, alcanzar temperaturas extremadamente altas para consumirlo; dichas temperaturas son claramente inalcanzables en condiciones habituales.
Cuando se revisan los hechos, queda claro que los dos primeros supuestos son claramente erróneos. Como ya se señaló, en todos los casos bien documentados - subrayo lo de bien documentados - siempre existe una fuente externa obvia de ignición, aunque los divulgadores de lo paranormal olvidan decírnoslo con pasmosa frecuencia. En muchos ocasiones las víctimas son fumadoras, en otras es encontrada cerca del hogar de la chimenea o de un hornillo; también ocurre que la víctima haya colocado entre las sabanas de su cama un ladrillo calentado. En aquellos casos procedentes de los siglos XVII y XVIII, la única fuente de luz disponible para la época era el fuego, ya fuera en forma de la llama de una vela o de una lámpara de aceite, como la que se encontró junto a los restos de la condesa Cornelia di Bandi.
La suposición de que el fuego se presenta de un modo tal que la víctima cae fulminada en el acto se basa en el hecho de que esta no tiene la menor oportunidad de solicitar ayuda o de efectuar alguna maniobra salvadora efectiva. Bien, esto resulta bastante misterioso, que duda cabe, pero solo hasta que se examinan los casos y se observa una curiosa constante: de un modo u otro, la víctima siempre presenta algún factor que la coloca en severa minusvalía o las incapacita frente a cualquier situación de emergencia; en muchas oportunidades, la víctima pudo haber inconsciente o incluso ya muerta, antes de iniciarse el fuego. En ocasiones ese factor es la edad (la mayoría son ancianos; el famoso John Bentley tenía nada menos que 92 años; John O'Connor, 76); en otras, el hábito alcohólico.
Muchas de las víctimas había, efectivamente, estando bebiendo antes de que ocurriera el evento. También pueden coexistir otras circunstancias: Mary Reeser acababa de ingerir dos cápsulas de secobarbital la última vez que fue vista con vida; George Mott tenía una enfermedad pulmonar tan severa que lo obligaba a tener un equipo de oxígeno en su habitación. Es curioso que el fenómeno nunca se presente en adultos sanos; semejante selectividad nunca ha sido explicada satisfactoriamente por los creyentes en la SHC. También resulta extraño que jamás ocurra el fenómeno cuando hay alguien más presente en la habitación: nunca nadie ha sido testigo de una Combustión Humana Espontánea bien verificada. En todos los casos, la víctima se encontraba sola y no fue vista durante muchas horas antes de ser encontrada incinerada. Y el fuego pudo actuar durante todas esas horas.
Muchas de las víctimas había, efectivamente, estando bebiendo antes de que ocurriera el evento. También pueden coexistir otras circunstancias: Mary Reeser acababa de ingerir dos cápsulas de secobarbital la última vez que fue vista con vida; George Mott tenía una enfermedad pulmonar tan severa que lo obligaba a tener un equipo de oxígeno en su habitación. Es curioso que el fenómeno nunca se presente en adultos sanos; semejante selectividad nunca ha sido explicada satisfactoriamente por los creyentes en la SHC. También resulta extraño que jamás ocurra el fenómeno cuando hay alguien más presente en la habitación: nunca nadie ha sido testigo de una Combustión Humana Espontánea bien verificada. En todos los casos, la víctima se encontraba sola y no fue vista durante muchas horas antes de ser encontrada incinerada. Y el fuego pudo actuar durante todas esas horas.
Nos queda el tercer supuesto: como el cuerpo humano es extremadamente resistente a la combustión, algún factor paranormal debe intervenir para que esta se produzca. Aquí es donde los creyentes levantan la enseña de la Combustibilidad Preternatural.
Cierto, un cuerpo humano suele ser muy difícil de quemar, hecho del que pueden dar fe los expertos de los crematorios. Estos son constantemente citados por los defensores de la SHC, con declaraciones tales como que ellos "no pueden duplicar la completa destrucción de los huesos en un corto período de tiempo". Pero aquí hay que notar que se asume a priori que la combustión fue muy rápida, cosa de la cual no existe evidencia. Como ya vimos, el cuerpo puede haber estado ardiendo nada menos que durante horas antes de ser descubierto. Y si bien es cierto que para lograr una destrucción completa en un corto lapso se requieren temperaturas muy elevadas, esto es falso cuando se habla de combustiones prolongadas: mientras más larga es la combustión, menores son las temperaturas requeridas para obtener resultados similares.
Veamos como esto es posible.
La teoría de la mecha La lenta combustión del cuerpo por llamas a baja temperatura usando las ropas como mecha fue denominada "efecto vela" por D.J.Gee en 1965, y ha venido ganando adherentes progresivamente. En la literatura figura indistintamente como "candle effect" o "wick effect". La fuente de ignición original inicia el fuego en las ropas de la víctima; se quema la piel, y la grasa subcutánea comienza a derretirse. Esta grasa derretida se embebe en las ropas, las cuales actúan como una mecha; de esta manera, el mismo cuerpo proporciona el combustible necesario para mantener un fuego constante durante horas. La grasa humana fundida arde a una temperatura de 215°C, pero si se coloca una mecha puede arder a apenas 24°C.
Pero aún hay más.
Joe Nickell y John Fisher, el primero detective privado y el segundo analista forense, estudiaron los trece casos más significativos de SHC, encontrando que en aquellos casos en los cuales la destrucción del cuerpo fue relativamente menor, la única fuente significativa de combustible fueron las ropas del individuo, pero cuando la destrucción fue masiva, siempre existían fuentes externas adicionales de combustible, como la cubierta de una silla, el piso de madera, o la cobertura de éste (por ejemplo, el linóleo). Estos materiales debajo del cuerpo también contribuyen a retener la grasa que fluye del cuerpo, que a continuación es volatilizada y quemada, ocasionando mayor destrucción, que a su vez libera mas grasa, lo que permite que la combustión prosiga. La fuente de combustible adicional también permite que se alcancen temperaturas mucho más elevadas que las que serían de esperarse en condiciones "normales".
En 1998, el Dr. John de Haan, del Instituto Criminalístico de California, realizó un experimento utilizando un cerdo muerto para demostrar como un fuego relativamente pequeño puede consumir un cuerpo completamente, con la ayuda de la grasa corporal. Se eligió como "víctima" al cerdo, pues este tiene un contenido de grasa que se aproxima a la del cuerpo humano.
El cerdo fue envuelto en una frazada en la que se vertió una pequeña cantidad de gasolina y luego se le aplicó fuego. Luego de cinco horas de quemarse continuamente, el cuerpo del animal quedo completamente destruido, incluyendo los huesos. El tipo de daño fue exactamente igual al que ocasiona la supuesta "Combustión Humana Espontánea".
Dos fases del experimento del Dr. de Haan; el cuerpo del cerdo continúa ardiendo 5 horas
El efecto vela explica satisfactoriamente muchas de las peculiaridades asociadas a la nunca demostrada SHC. En una habitación cerrada, con pobre ventilación, el suministro de oxígeno es escaso, se consume rápidamente y mantiene una combustión lenta y humeante. Este humo grasiento asciende y se deposita en el techo y la parte superior de las paredes, lo que ocasiona los conocidos depósitos de material graso. La grasa fundida que cae al suelo pero que no llega a quemarse forma los conocidos depósitos de sustancia amarillenta y maloliente. El daño suele limitarse al área de la fuente de material combustible porque la cantidad de oxígeno en la habitación es insuficiente para iniciar otras combustiones; por otra parte, el fuego se extiende con más facilidad hacia arriba que lateralmente: la base de una llama es la parte de esta que tiene la temperatura más baja. La presencia de daños por calor en objetos por encima de cierto nivel es debida a que el aire caliente y el humo siempre ascienden.
Significativamente, casi siempre existen muebles, camas o alfombras involucradas. Estos materiales no solo proveen de una fuente continua de combustible, sino que promueven una combustión lenta y una capa aislante alrededor del fuego una vez iniciado.
Las mujeres y los obesos se caracterizan por poseer una gran cantidad de grasa subcutánea; por ende, le proporcionan al fuego una mayor cantidad de combustible, lo que garantiza una destrucción mayor. Además, una gran proporción de la grasa corporal se acumula de preferencia en el torso y los muslos, que son aquellas en las que justamente se concentran los mayores daños (y las que, paradójicamente, parecerían ser las más difíciles de quemar). Las áreas del cuerpo que no están cubiertas por ropas no se destruyen por completo o resultan menos dañadas pues en ellas el efecto vela no funciona (ya que no existe la "mecha"). Esa es la razón por la cual muchas veces quedan restos identificables de la cabeza, o una pierna fantasmagórica pero más o menos indemne.
Si en cualquiera de los casos citados el fuego se hubiera extendido por la habitación o al resto del edificio, nadie se hubiera asombrado por ello; simplemente se hubiera pensado, con toda lógica, que el cigarrillo de la víctima había incendiado la ropa de cama (por ejemplo), y que esta, por su edad o por haber ingerido alcohol o somníferos, no había podido escapar a tiempo o pedir ayuda. Por otra parte, un fuego de grandes proporciones llamaría muy rápidamente la atención y haría posible una pronta intervención de los bomberos, con lo que muy probablemente se encontraría un cuerpo extremadamente quemado, pero no destruido. Y eventos así ocurren con mucha frecuencia. De todas las muertes que ocurren cada año por incendios, en unas pocas (muy pocas), se dan las circunstancias adecuadas para que se presenta el extraño patrón característico que erróneamente se ha identificado como SHC. Pero ese patrón es explicable por los hallazgos encontrados dentro de los mismos casos. Lo demás es pura mitología.
Conclusión ¿Trágico? Sin la menor duda. Pero no inexplicable, ni sobrenatural o paranormal.
La conjunción de una serie de circunstancias desafortunadas ha dado lugar a esos desusados casos que tan liberalmente han sido interpretados como "Combustión Humana Espontánea". Pero antes de precipitarnos a imaginar un fenómeno del que nunca nadie ha sido testigo, y que viola las leyes conocidas de la física, la química y la biología, es conveniente asegurarse de que no exista una explicación lógica y natural.
En la exposición que antecede, se ha hecho hincapié en aquellos casos que pueden llamarse clásicos, y que están adecuadamente documentados. En muchos otros, la explicación puede ser aún más prosaica, incluyendo la acción de una mano criminal.
Precipitarse a imaginar fenómenos abstrusos con "explicaciones" sobrenaturales ante cualquier evento que a primera vista resulta extraño, equivale a retroceder a la etapa del pensamiento humano en que no se podía hacer nada mejor que sospechar de la actuación de los dioses y de los demonios. Pero me parece que algo debe de haber avanzado la humanidad desde entonces.
El mito de la Combustión Humana Espontánea demuestra el sencillo mecanismo por el que se crean muchas de las fábulas paranormales: suprimir algunas informaciones, falsear, exagerar o interpretar sesgadamente otras. Y todo con la finalidad de crear la impresión de una realidad - ficticia - que ponga en entredicho los basamentos de la siempre obtusa y dogmática ciencia "oficial", empeñada, y cuando no, en negar todo lo que no puede comprender o se sale de su esquema. Definitivamente, la verdad está afuera, pero muchos no se molestan en buscarla; sin duda, es mucho más cómodo (y remunerativo) inventarse milagros y fuerzas ignotas.
Fuentes (se marcan los enlaces que apuntan a páginas que aún existen)
Anomalies -- the Strange & Unexplained La página de Garth Haslam. Contiene el más amplio y bien documentado artículo sobre la SHC, del que he extraído mucha información. Haslam parece pensar que existen algunos casos de SHC genuinos, pero siempre opta por analizar completamente la información, sin acudir a ocultamientos ni omisiones.
"Not-So-Spontaneous Human Combustion" Artículo de Joe Nickell en el Skeptical Inquirer, en el que analiza y explica algunos de los casos más famosos de la supuesta SHC.
Spontaneous Human Combustion Breve artículo de Guy Coates en The AFU and Urban Legend Archive.
New Light on Human Torch Story Artículo de BBC News sobre el experimento del Dr. de Haan.
Spontaneous Human Combustion: No Longer a Burning Issue
FORTEAN TIMES ONLINE
Lo Inexplicable 1999
Shadowlands
Nota: Se agradece a Javier Garrido el permiso otorgado para la publicación de este artículo, que estaba en su página 'Paraciencias al día' (hoy en día, lamentablemente, esta web ha desaparecido).
0 comentarios:
Gracias por comentar o compartir esta noticia.