Llamaradas solares: lo peor llega más tarde

La NASA descubre que las violentas erupciones del Sol son más fuertes y longevas de lo que se creía.


El Observatorio de Dinámica Solar (SDO), una sonda de la NASA dedicada a investigar el comportamiento del Sol desde su lanzamiento en 2010, ha proporcionado a los científicos nuevos datos sobre las erupciones solares, y no son muy alentadores. Al parecer, estas llamaradas son más fuertes y longevas de lo que se pensaba, ya que tienen distintas fases tardías que nunca antes habían sido observadas. El conocimiento de estas explosiones es muy importante para los científicos, ya que su chorro de plasma, si es lo suficiente potente, puede llegar a la atmósfera de la Tierra y afectar a los satélites de navegación y sistemas de energía.
Después de analizar 191 explosiones solares desde mayo de 2010, el SDO ha descubierto que un 15 por ciento de las erupciones tienen una fase tardía que puede durar hasta cinco horas después de la fase principal. Además, la energía que se produce en esas fases posteriores puede ser mucho más alta que durante el primer evento.
«Hemos descubierto un gran aumento en las emisiones, desde media hora a varias horas después (del origen de la explosión) que a veces es incluso mayor que la emisión de las fases originales de la llamarada», explica Phil Chamberlin, subdirector científico del proyecto del SDO. En algunos casos, si sólo se midieran los efectos de la erupción principal, se estaría subestimando en un 70% la cantidad de golpes de energía que recibe la atmósfera terrestre.

Consecuencias para la Tierra

«Observaciones anteriores solo tenían en cuenta unos pocos segundos o minutos», añade Lika Guhathakurta, científica de la NASA en Washington. «Estos nuevos datos incrementarán nuestra comprensión de la física de las llamaradas y sus consecuencias en el espacio cercano a la Tierra, donde se encuentran muchos satélites científicos y comerciales».
De hecho, un mejor análisis de la cantidad de energía que se deposita en la atmósfera terrestre podrá ayudar a los científicos a cuantificar cuánta energía produce el Sol cuando entra en erupción y cómo influye en el clima espacial. Las comunicaciones por satélite, la navegación GPS e incluso la descomposición de los desechos orbitales, están en juego. 

Fuentes: ABC.ES 

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