13 septiembre 1904 - Proceso de Estella a brujos y brujas.


Las costumbres han progresado; la ciencia ha explicado con maravillosa sencillez fenómenos que en un tiempo se juzgaron milagrosos y que fueron causa de supersticiones innumerables; la enseñanza ha difundido por todas partes estas explicaciones... Y, sin embargo, en pleno siglo XX, aun surge cuando menos se piensa una historia de brujos y brujerías, y á pesar de cuanto la ciencia ha dicho, vemos aún que las más extrañas supersticiones arraigan muchas veces, No sólo en los países poco cultos y entre los campesinos ignorantes, sino en ios países más ilustrados y entre personas de elevada posición social. 

Lo único que ha cambiado radicalmente es el castigo impuesto á brujos y hechiceros. Antiguamente se íes quemaba; ahora, operan con absoluta libertad en la mayoría de los casos, y sólo en determinadas ocasiones se les castiga con prisión correccional. Sumamente interesantes son los relatos que acerca de estos asuntos nos ha conservado la historia de la Edad media.

El primer proceso de magia bien caracterizado se instruyó en España en 1507. Pero no se crea que el monopolio de la brujería correspondía á nuestra patria; en el extranjero abundaban también los magos y magas. Entre los procesos curiosos que se conservan actualmente figura uno del Tribunal civil de Estella, instruido en 1827, y en que aparecen como principales acusadoras dos niñas. 

Estas declararon estar poseídas del demonio, añadiendo que pertenecían á una vasta hermandad de brujas que se llamaban las «Jurginas». Se comprometieron á denunciar ante el tribunal á cuantas mujeres formaban parte de la sociedad, y aseguraron que para reconocerlas les bastaría mirarles el ojo izquierdo. Según parece, el lado izquierdo de todo el cuerpo humano era el favorito del diablo; éste, para marcar á las brujas, les señalaba una huella de sapo sobre la mejilla, la rodilla ó el ojo y particularmente el iris de dicho lado. Todas las mujeres denunciadas como brujas por las niñas, fueron presas, Y entre ellas hubo muchas que reconocieron haber asistido al Sábado ó «Sabbat*.

Era el Sábado una fantástica orgía en donde se practicaban el mas escandaloso libertinaje y los los mayores sacrilegios. La Asamblea era presidida, según se aseguraba, por el diablo, en derredor del cual brujos y brujas formaban círculo. Se empezaba á renegar de Jesucristo, de la Virgen, de los Santos del bautismo y de la Cuaresma; luego se bailaba una frenética zarabanda al sonido de una trompeta ronca. Después, uno á uno besaban los congregados al diablo por detrás y se reunían en banquete en torno de una mesa en donde había pan, queso y vino. 

Terminada la bacanal, las brujas se ungían el cuerpo con una especie de ungüento fabricado con excrementos de cuervos, sapos y serpientes; montaban á horcajadas sobre la espalda de sus vecinos respectivos que inmediatamente se transformaban en machos cabríos, y sobre estas improvisadas cabalgaduras iban á casa de sus enemigos á atraer sobre ellos la desgracia por medio de conjuros. Todas estas explicaciones dieron las pretendidas brujas al tribunal de Estella. Este, aunque no quiso enviar á ninguna á la hoguera, no podía dejar sin castigo sus delitos; y así, á las más culpables las condenó á recibir doscientos azotes y algunos años de cárcel.

La fiesta del sábado no fue, según parece otra cosa que lo que hoy llamaríamos una juerga mayúscula. Todas las descripciones así lo prueban. Los relatos coinciden y son verosímiles en su principio; pero después que el vino alteraba los cerebros, cada comensal se figuraba lo que bien le convenía, y de ahí las disparatadas fantasías que como hechos reales se referían después á los jueces. El satánico banquete variaba según ios países. En España era, como queda dicho, de pan, queso y vino; en Alemania, en cambio, estaba formado de venado y carnes sustanciosas. 

Fuera de España, había personas que á gala tenían asistir á esa fiesta que era invocada á veces para disimular mil escándalos. Bodín, en su «Demonomanie des Sordera cuenta el siguiente caso ocurrido en las inmediaciones de Loches: Un pobre hombre había notado que su mujer se ausemaba por la noche algunas veces, permaneciendo fuera de su casa con mil pretextos. Convencido el esposo de que todos los pretextos eran mentiras, amenazó á su esposa con matarla si no le decía la verdad; entonces ella confesó que iba al Sábado, y para convencer á su incrédulo marido, le ungió con un ungüento diabólico y le hizo creer que le llevaba á un Sábado. Con lo cual, el infeliz se quedó muy satisfecho.

Las obras técnicas publicadas en los siglos XVI y XVII «obre la hechicería, son extremadamente candidas y pintorescas y están Henas de detalles de candor infantil. Pierre de Lancre, consejero del rey en el Parlamento de Burdeos, en su obra «Cuadro de la inconstancia dé los ángeles malos y demonios, en donde se trata ampliamente de los brujos y la brujería, libro muy útil y necesario no sólo á los jueces, sino á todos los que viven bajo las leyes cristianas», consigna con mucha formalidad las siguientes observaciones: «Que el baile se ha derivado de la guerra. 

Que la zarabanda es el baile más apasionado que ha existido jamás. Que el diablo se complace en el sábado en bailar con las más bellas. Que jamás una joven vuelve del baile tan casta como fue. Que los cojos, los decrépitos y los jorobados bailan en el sábado con más lijereza que los demás.» La explicación de esta observación última es deliciosa.
Según Lancre, sucede así porque en esas fiestas del desorden todo es desarreglado y contra naturaleza. 

El lugar en donde las bacanales se celebraban era maldito y quedaba yermo. Lo cual se explica fácilmente si se tiene en cuenta que el sábado se celebraba en torno de una gran hoguera que forzosamente destruía toda clase de vegetación. Muchas más cosas curiosas explica Lancre en su obra. En ella dice por qué Satanás gusta más unirse con una mujer casada que con una virgen; añade que el diablo hace creer que es el verdadero Dios y que el sábado es el principio del infierno; aconsejando, por fin, á los que no quieran ser sospeches de brujería, el huso de ciertas hierbas que les libran del poder del demonio y que se muerdan las uñas. Todas estas historias de épocas lejanas, en que el fanatismo y la superstición eran moneda corriente, podrán ser más ó menos curiosas, pero á nadien sorprenden. Lo que sí es sorprendente es el siguiente hecho que refiere el famoso autor dramático francés Victoriano Sardou.

En 1874 es decir, casi en nuestros días enjuicio público celebrado el 4 de abril contra un tal Bonilla y su mujer llamada Diega, el alcalde de Castillo de Jacobo (México) les condenó á morir en la hoguera, como brujos culpables de haber hecho sortilegios contra un vecino. La sentencia se ejecutó; y poco tiempo después, el mismo alcalde, á instancias del vecindario hizo todavía quemar á una vieja y su hijo. 

El gobierno mexicano, enterado de estas salvajadas, se contentó con invitar al alcalde á que moderase un poco sus furores, pero no le destituyó siquiera. La creencia en brujas, hechicerías y adivinadores, por inverosímil que pareciera, subsiste aún. Sabido es que cuaiido alguna gran catástrofe atrae la atencíón de todo el mundo, nunca falta algún mágico adivinador que asegura haberla profetizado. Y á pesar del progreso de los tiempos, aún existe mucha gente que tiene fe ciega en todos esos embaucadores.

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