El Dorado y Walter Raleigh

El Dorado y Walter Raleigh
Fotografía de Mauricio Duenas/AFP/Getty Images

 La locura por el oro ha alcanzado todas las épocas, razas y nacionalidades. La obtención de cualquier cantidad de oro parece despertar un deseo insaciable de conseguir cada vez más.

A través de lo siglos, esta pasión ha sido el punto de partida de la famosa leyenda de la ciudad de oro: en los siglos XVI y XVII, los europeos creían que en el Nuevo Mundo había un lugar de gran riqueza conocido como El Dorado. La búsqueda de este tesoro se cobró muchas vidas, llevó al menos a un hombre al suicidio y a otro a ser ejecutado.

«La ubicación geográfica de El Dorado fue cambiando hasta llegar simplemente a ser una fuente de incalculable riqueza que se encontraba en algún lugar recóndito de América», afirma Jim Griffith, experto de Arizona (Estados Unidos).

Sin embargo, jamás fue encontrado. El origen de El Dorado se encuentra en América del Sur, y como todas las leyendas, incluye partes de verdad. Cuando los exploradores españoles llegaron a América del Sur en el siglo XVI, habían oído historias de una tribu de nativos de los Andes, en lo que ahora es Colombia. En esta tribu, cuando un nuevo jefe llegaba al poder, éste empezaba a gobernar tras una ceremonia que se celebraba en el Lago Guatavita. Existen diferentes versiones de la ceremonia, pero en líneas generales describen cómo el nuevo jefe, cubierto de de polvo de oro, tiraba joyas y oro al lago para apaciguar al dios que vivía bajo el agua. Así, los españoles comenzaron a llamar a este jefe «el dorado».

Se cree que se puso fin a la ceremonia a finales del siglo XV, cuando El Dorado y sus súbditos fueron conquistados por otra tribu.

Los españoles y otros europeos encontraron tanto oro a lo largo de la costa norte del continente, que creían que existía un lugar de inmensa riqueza en algún punto del interior. Los españoles no encontraron El Dorado, pero sí el Lago Guatavita, que trataron de drenar en 1545.

Consiguieron bajar el nivel del agua lo suficiente para descubrir cientos de piezas de oro, pero el supuesto tesoro quedó fuera de su alcance.

La expedición de Raleigh

El inglés Sir Walter Raleigh viajó dos veces a Guayana para buscar El Dorado. Durante su segundo viaje, en 1617, envió a su hijo Watt Raleigh con una expedición al Río Orinoco, mientras que él, ya mayor, se quedó en el campamento base en la isla de Trinidad. La expedición fue un desastre y Watt Raleigh murió en una batalla con los españoles. Eric Klingelhofer, arqueólogo de la Mercer University, en Georgia (Estados Unidos), afirma que Walter Raleigh se enfureció con el superviviente que le comunicó la muerte de Watt, y le acusó de dejar que su hijo muriera asesinado. «El mensajero se fue a su camarote y se suicidó», concluye Klingelhofer, que está tratando de encontrar el campamento base de Trinidad.

Raleigh volvió a Inglaterra, donde el rey Jacobo ordenó su decapitación por desobedecer órdenes con el fin evitar conflictos con los españoles.

La leyenda de El Dorado perdura hoy en día «por el deseo de que sea real», comenta José Oliver, profesor del Instituto de Arqueología del University College de Londres. «Creo que jamás dejaremos de buscarlo».

Pero, ¿dónde se encuentra esta ciudad de oro? El escritor Edgar Allan Poe, en su poema El Dorado, de 1849, ofrece una misteriosa pista: «Más allá de las montañas de la Luna, en el fondo del valle de las sobras; cabalgad, cabalgad sin descanso (…) si buscáis El Dorado».

Fuentes: National Geographic

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