¿Un ovni estrellado en Tenerife?

El reloj marcaba las ocho y media de la tarde. El venezolano Juan José Hernández, de 35 años de edad, circulaba por la TF-1 (la autopista del sur de Tenerife, muy próxima a la costa este de la isla). Se desplazaba con su furgoneta desde la cercana localidad de Güímar hacia Abades.

Pocos metros antes de salir de la autopista, algo llamó poderosamente su atención. Observó en el cielo las evoluciones de lo que le pareció un avión, el cual se desplazaba a muy baja altura, casi en vuelo rasante sobre el mar. El testigo tomó como referencia el cercano faro de Abades y concluyó que la extraña aeronave volaba aproximadamente a su altura.

Sin prestarle mayor atención al asunto, el venezolano prosiguió su camino. Salió de la autopista y se dirigió, a través de una carretera auxiliar, hacia su destino. Entonces irrumpió en la calzada un matrimonio que pedía ayuda, por lo que Juan José paró el vehículo para atenderlos. La pareja no dijo una palabra, simplemente señaló al horizonte. Horrorizado, nuestro protagonista observó un avión flotando en el mar. «En ese momento –nos confesó recientemente– pensé que el aparato accidentado era el objeto volador que había visto antes».

El caso no alcanzaría la repercusión pública que generó si sólo existiesen estos testigos. Pero no fue así. Simultáneamente se dieron otras observaciones en zonas relativamente alejadas. Unos kilómetros más al norte, María Teresa Gil, que también circulaba por la TF-1, observó un avión comercial –a ella le recordó un Boeing– sobre el agua. Afirmó absolutamente convencida que había podido distinguir con total claridad parte del fuselaje y sobre todo la cola.

Al mismo tiempo, unos jóvenes que se encontraban acampados en la ensenada de Abades vieron una «especie de avión» que se movía a baja altura. Uno de los testigos, José Fidel Cerdeña, que en aquel tiempo contaba con 16 años de edad y a quien pudimos entrevistar para este trabajo, nos dijo que una montaña les impidió continuar observando la aeronave, así que pronto se olvidaron del avistamiento. Pero al cabo de unos segundos escucharon un gran estruendo que enseguida relacionaron con el objeto observado con anterioridad.

MÁS Y MÁS TESTIGOS
Además, la prensa local, como el periódico El Día, recibieron docenas de llamadas procedentes de testigos desde diferentes puntos que describían el mismo fenómeno. Según hemos podido averiguar, la Policía Nacional atendió por teléfono a una mujer que decía haber visto cómo un avión caía al mar, mientras circulaba por el kilómetro 45 de la autopista.

Regresando al testimonio de nuestro primer informante, Juan José Hernández, éste se muestra a día de hoy convencido de que en realidad vió un aparato de pequeñas dimensiones, similar a una avioneta. Incluso recuerda que la cola de la aeronave era blanca con una franja azul. Después de su observación, en un estado de grave nerviosismo, se encaminó a la cercana localidad de La Jaca para pedir ayuda por teléfono a la Guardia Civil. Poco después, el pueblo de Abades se colapsaba.

Infinidad de medios de comunicación se dieron cita en el lugar de los hechos y los equipos de rescate iniciaron las labores de rastreo. Tres buzos, una zodiac, cuatro vehículos de apoyo y un helicóptero se emplearon para la búsqueda. Sin embargo, a la mañana siguiente los trabajos de rastreo no habían obtenido resultados positivos.

Los responsables de Ayudas de Emergencias descartaron en su informe la presencia de alguna anormalidad en el fondo marino. «No había ni grasa ni otro tipo de materiales en el fondo arenoso», concluyeron. El asunto ocupó las páginas de los diarios en las jornadas siguientes. Las especulaciones se dispararon: un avión, un meteorito, pruebas militares… Por su parte, la Guardia Civil tomó declaración a los distintos testigos, entre ellos al propio Hernández, que fue requerido hasta en dos ocasiones.

Como suele ocurrir con este tipo de episodios, el paso del tiempo se encargó de «enterrar» el caso. Ante la falta de datos, las autoridades y los investigadores desistieron en el intento de ofrecer alguna explicación concluyente.

CASO ABIERTO
En nuestra primera incursión en Abades comprobamos que casi nadie se acordaba de un asunto que en su día conmocionó a la opinión pública. Nos dirigimos al bar Amazona, cerca de la playa, cuya propietaria se ha convertido en involuntaria cronista de los hechos.«Yo no vi nada, pero oí un ruido muy grande», nos dijo. Aunque en el pueblo los testigos visuales fueron contados, descubrimos que muchos escucharon el estruendo.

En el mismo bar, un experto en pesca submarina nos informó sobre las peculiaridades del fondo marino en la zona. El terreno bajo el mar inicia un leve descenso, para después para dar paso a un auténtico abismo. El veterano pescador lo definía como muy oscuro y de unos 500 metros de profundidad. En su momento ya se especuló con la posibilidad de que los submarinistas no hubieran encontrado el aparato porque habría caído al profundo abismo.

Pero aún en ese caso, ¿cómo es posible que ningún resto quedara a flote? Un ala rota, manchas de combustible… Al salir del Amazona distinguimos la montaña de Abades, detrás de la cual se vió caer el avión. Al otro lado de ese montículo está la caleta desde la que los chicos que acampaban aquella jornada de julio de 1992 vieron casi en sus narices el misterioso avión a ras del mar. Para llegar a la montaña hay que cruzar con un «todoterreno» un camino insufrible. Pero una vez en su cima la recompensa es la visión de un mar gigante que se extiende sin limites. Desde este lugar es fácil imaginar la observación de José Fidel y sus acompañantes.

Días después de visitar Abades, tras varias pesquisas, por fin localizamos a Juan José Hernández, el testigo principal del caso. Al principio se mostró receloso, pues estaba algo resentido con lo que en su momento publicaron varios periódicos, que incluso llegaron a mostrar dudas sobre su testimonio. De todos modos, al final accedió a hablar con nosotros. Después de todos estos años su conclusión es que el aparato accidentado probablemente era una avioneta que transportaba algún tipo de material de contrabando o drogas, y que intentaba adentrarse ilegalmente en Tenerife. Al aproximarse a la isla habría descendido de altitud para eludir los radares, pero debido a los intensos vientos que soplaban aquel día, habría perdido la estabilidad y acabó impactando en el mar.

Según Juan José la avioneta podría ser del modelo Falcon 500, un aparato adecuado para este tipo de incursiones ilegales, pues es pequeño, muy maniobrable y con autonomía suficiente. La hipótesis parece viable, pero volvemos al mismo punto del principio: ¿dónde están sus restos?

LOS INVESTIGADORES ENTRAN EN LA ESCENA
Al día siguiente del suceso se presentó en el lugar el recordado y desaparecido periodista Paco Padrón, en compañía del investigador Jesús Tremps. Ambos entrevistaron a los vecinos, obtuvieron fotografías y reconstruyeron lo sucedido. Tremps guarda un gran archivo del caso: recortes de prensa, fotografías, grabaciones, etc. Gracias a este investigador hemos podido elaborar en gran medida el presente trabajo.

En el año 2006, con la ayuda de un programa televisivo en el que entonces colaborábamos, conseguimos que regresara a Abades el mismo equipo de submarinistas de Ayudas de Emergencias que en su día participó en la búsqueda del misterioso aparato siniestrado. Amablemente sus miembros se prestaron a realizar una segunda batida, ampliando incluso el perímetro de búsqueda. Sin embargo, los resultados fueron igualmente infructuosos.

Mientras revisábamos en su archivo recortes de prensa y fotografías, Tremps comentó algo curioso: el piloto del helicóptero de la Guardia Civil que aquel día participó en el rastreo, le aseguró que notaba una ligera pérdida de control del aparato cuando sobrevolaba la zona exacta del incidente.

¿Acaso tiene lugar en ese punto alguna anomalía geomagnética? Uno de los trabajos que más ha contribuido a entender lo sucedido en Abades fue publicado en octubre de 1994 en la revista Espacio y Tiempo, la desaparecida publicación que dirigió el admirado Fernando Jiménez del Oso. Firmaban un artículo sobre el caso los investigadores Ricardo Campo y Vicente Juan Ballester Olmos. Su título:

El caso del avión estrellado que nadie reclamó.
Nos reunimos con Campo en una concurrida cafetería, donde nos relató todos los detalles de su investigación, en la que se implicó como en pocas. «Contacté con los aeropuertos y el Centro de Captación de Radares –confesó– y ninguno detectó anomalías. No había constancia de la pérdida de ningún avión o avioneta. Y si se hubiera tratado de un avión comercial, la compañía lo habría reclamado oportunamente, sin duda».

LA HIPÓTESIS DEL AVIÓN ESPÍA

Muy cerca de Abades se halla una zona de uso militar, actualmente abandonada, por lo que una de las posibilidades barajadas en su momento por Campo es que el aparato siniestrado fuera un cohete lanzado desde ese lugar. «Me puse en contacto con la Comandancia de Marina de Santa Cruz de Tenerife por si se hubieran realizado maniobras militares y me dijeron que no», nos aseguró el investigador mientras se encogía de hombros.

Campo no se muestra muy partidario de la teoría que apunta a la avioneta con drogas y, por supuesto, también descarta una posible confabulación de las autoridades aeronáuticas para ocultar un accidente. Sí es más favorable a la posibilidad de que lo observado fuera un RPV (Remotedly Piloted Vehicle), una pequeña aeronave no tripulada cuyos usos van desde el ámbito civil, como la prevención de incendios, hasta el militar.

Precisamente en el 2006 los medios de comunicación informaban sobre un ingenioso dispositivo de este tipo desarrollado por la empresa estadounidense Lockheed Martin, conocido por el nombre de Cormorant. Se trata de un pequeño avión teledirigido para labores de espionaje que está siendo probado por el Departamento de Defensa norteamericano y que podría también transformarse en una especie de minisubmarino.

Ballester Olmos y Campo se muestran muy críticos con todo lo que apunte a un origen misterioso, pero no dejan de reconocer la extrañeza de lo sucedido. En su trabajo de la revista Espacio y Tiempo podemos leer: «Sin embargo, parece indudable que algo cayó –o descendió– en Abades aquella tarde del 9 de julio de 1992; al menos, eso parece quedar de manifiesto en el testimonio de los testigos que podríamos resumir con esta frase: ‘;vimos caer y flotar en el mar algo y era muy parecido a un avión’. En ningún caso hicieron especulaciones gratuitas sobre la naturaleza de lo observado y mucho menos las vamos a hacer nosotros aquí, fuera del límite de lo razonable». En definitiva, todavía no existe una respuesta satisfactoria para explicar este misterioso incidente

¿UN APARATO MILITAR?
Una de las hipótesis más atrevidas para explicar el «caso Abades» apunta a los llamados aviones-blanco. En abril de 1980, la prensa canaria se hacía eco del hallazgo en aguas de La Gomera de lo que parecía ser un misil. Se trataba de un dispositivo similar a un cohete, pero a diferencia de éste presentaba unos alerones delanteros y traseros que le conferían el aspecto de un pequeño avión. Pronto se descubrió que se trataba de un blanco aéreo. Estos aparatos son teledirigidos y no llevan tripulantes. Se emplean para ejercicios de tiro de la marina norteamericana, aunque la española también cuenta con algunos de estos ingenios. El que se encontró era un modelo Chukar II. En agosto de 1981 se repitió el episodio con el rescate de otro aparato similar en Punta del Hidalgo (Tenerife). ¿Pudo tratarse de un blanco aéreo lo observado en Abades?

OTROS AVIONES FANTASMA
El «caso Abades» no es un suceso aislado. En otras partes del mundo han tenido lugar episodios muy similares. Veamos algunos de ellos:
A las tres de la tarde del 30 de enero de 2004 varios testigos observaron desde Goshen (Nigeria) un avión de pequeñas dimensiones que estalló en los cielos y terminó estrellándose en el mar. Poco después, miembros de la Cruz Roja nigeriana, Aviación Civil y la organización Critical Rescue International comenzaron las labores de búsqueda. Ninguna compañía aérea que operaba en la zona notificó la pérdida de un aparato y los radares no lo detectaron.

Finalmente, las autoridades aéreas tuvieron que reconocer que el objeto estrellado sólo podría catalogarse como un OVNI.El 20 de enero de 2004 un matrimonio que circulaba en coche por una carretera de la localidad inglesa de Barnoldswick, vió un avión que se dirigía directo hacia unas casas, pero antes del impacto desapareció de repente. Días después se supo que hubo docenas de testigos más del incidente.A principios de mayo de 2003, la policía y los guardacostas de Tauranga (Nueva Zelanda) atendieron numerosas llamadas de personas que aseguraban haber visto un avión que se estrelló en mar abierto. Como en los casos anteriores, ninguna compañía notificó la desaparición de un vuelo.

Fuentes: revistañocero.com

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