Los dragones sí existen




Acaba de comenzar el Año del Dragón según el calendario chino, un mito mucho más real de lo que parece. Aunque solo los dragones de Komodo conservan su nombre, varios animales alimentaron la leyenda. Y, lamentablemente, cada vez sobreviven menos de ellos.



Aquella noche íbamos a internarnos en territorio de dragones. Me encontraba en la orilla del río Adelaide, en el norte de Australia, y los sonidos relajantes del agua no podían vencer el nerviosismo creciente de todo el equipo de rodaje. Stuart G. Baker, un experto en cocodrilos de la ciudad de Darwin, venía con nosotros en condición de guía.

Subimos con Stuart en la barca con la que nos llevaría Adelaide arriba en busca de los mayores reptiles de la tierra. A ambos lados del río había carteles que avisaban del peligro de acercarte a aquellas aguas. Bajo la luz de nuestra antorcha pudimos leer: «Beware of man-eating crocodiles». Stuart bajó el motor fueraborda y, antes de arrancar, nos miró con expresión de cierta perplejidad. «Me preocupa la lancha. Es un poco pequeña». En un principio no entendíamos a qué se refería. Nuestra embarcación mediría algo más de 4 metros.

Entonces, Stuart enfocó con su linterna a una lancha de la orilla. Semiinundada y encallada en las orillas fangosas como un convincente aviso, vimos una pequeña embarcación a la que le faltaba buena parte de la popa. Los agujeros y desgarros que mostraba la tapa del motor fueraborda hacían que en nuestras mentes se representara una escena de pesadilla.


Dos horas después navegábamos corriente arriba por el Adelaide cuando Stuart paró la lancha en seco, nos quitó la antorcha y apuntó asustado a la oscuridad. No veíamos nada, solo la orilla y un tronco enorme semisumergido en aguas someras. Entonces, el tronco cobró vida lentamente.

Del agua emergió una cabeza como no habíamos podido imaginar. En el extremo del tronco apareció una cola poderosa rematada por escamas puntiagudas que recordaban los dientes de una bestia. Inevitablemente pensé en los primeros colonos que llegaron a estas tierras.

¿Qué pensamientos pasarían por la cabeza de aquellos marineros de finales del siglo XVIII al internarse por oscuros ríos como este y encontrarse de pronto con un reptil de 8 metros, cuyas fauces surgieran de improviso del agua destrozando sus rudimentarias embarcaciones y arrastrando a algún compañero al fondo negro de las aguas? Y como respuesta, una única palabra: dragones.



Los dragones imaginarios que aparecen en todas las culturas como representación alegórica de poderes, defectos y virtudes tienen orígenes en animales reales que viven o han vivido alguna vez. Probablemente, en los lejanos inicios de la leyenda fueron las serpientes venenosas las principales responsables.

Aquellos animales alargados y menudos eran capaces de inyectar un ‘fuego’ mortal si te mordían. Pero para dar una idea más temible de animales que podían matarte de un solo mordisco las serpientes se quedaban pequeñas, así que buscamos unos animales con aspecto más fiero y peligroso. Y el dragón empezó a adquirir rasgos de algunos de los reptiles más grandes de la Tierra: los cocodrilos y los varanos.

Cuando se descubrieron los primeros fósiles de salamandras gigantes, de cocodrilos prehistóricos de más de 15 metros y de enormes dinosaurios, la ciencia daba sus primeros pasos y aún se creía a pies juntillas en la creación bíblica. Como consecuencia se creyó que aquellos eran huesos de dragones extinguidos en el Diluvio Universal. Y, sin embargo, los dragones –o, para ser precisos, los animales reales que les dieron forma– seguían vivos.


Los dragones legendarios se basaron principalmente en dos poderosos grupos de reptiles: los cocodrilos y los varanos. Hoy, todavía podemos encontrar a los mayores representantes de ambos grupos. Por un lado están los cocodrilos marinos, con los que comenzábamos esta historia.

Aunque se habla de cocodrilos de hasta 11 metros, el mayor cocodrilo marino que la ciencia ha llegado a medir rondaba los 8 metros de longitud. Si decimos ‘cocodrilo’ desmitificamos la imagen del dragón. Pero cuando realmente te pones delante de un reptil del tamaño de un autobús, con más de mil kilos de peso, armado con una boca descomunal y con merecida fama de devorador de hombres, la imagen del dragón se vuelve más veraz.


El segundo grupo de reptiles, los varanos, cuenta con una especie en el sudeste asiático cuyos miembros merecen tanto la comparación con los legendarios dragones que se los denomina ‘dragones de Komodo’. Estos grandes varanos pueden alcanzar los 4 metros de longitud y pesar 160 kg. Los pobladores de las islas donde habitan los temen tanto que viven en palafitos para poner a sus hijos pequeños a salvo del merodeo de los dragones.

El temor de los indígenas se debe a la mordedura de estos poderosos saurios. El mordisco de un dragón de Komodo es venenoso y sus dientes portan tal cantidad de bacterias patógenas que, si te muerden, la infección está asegurada. Si tras su mordedura no acudes de inmediato a un hospital especializado, la muerte te llega en pocas horas.


A pesar del retrato amenazador que acabamos de describir, los dragones de Komodo no resultan tan peligrosos como parecen. Si se han producido ataques y víctimas en los últimos años, se debe al acoso que están sufriendo los saurios en sus islas. La deforestación y la caza indiscriminada por parte de los humanos están dejando sin cobijo y alimento a los últimos dragones.

Los nativos, para paliar la amenaza de los reptiles, les ofrecían cabras a modo de ofrenda, pero grupos de supuestos ecologistas extranjeros presionaron hasta que se prohibió el sacrificio de las cabras. Y entonces los dragones empezaron a buscar cualquier otra presa que pudiera paliar su hambre; incluyendo a los humanos.


En el origen de su leyenda, los dragones fueron principalmente malignos para los países de Europa, mientras que eran protectores y benefactores para los pueblos de Asia y, de forma especial, para los chinos. En este Año del Dragón chino parece que la realidad quiere demostrar las características de estos dos tipos de dragones legendarios.

Pero mientras los imaginarios dragones de Oriente y Occidente vuelven a ser famosos como símbolos del devenir socioeconómico, los auténticos dragones que inspiraron las leyendas desaparecen poco a poco relegados al olvido.
Fernando González-Sitges

Fuentes: xlsemanal.finanzas.com/

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