El Dorado. ¿Leyenda o Realidad?

El Dorado es un mítico reino o ciudad, supuestamente ubicado en el territorio del antiguo Virreinato de Nueva Granada, en una zona donde se creía que existían abundantes minas de oro. La leyenda se origina en el siglo XVI, en Quito (Ecuador), cuando los conquistadores españoles tienen noticias de una ceremonia realizada más al norte (Altiplano Cundiboyacense), donde un rey se cubría el cuerpo con polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada. Hoy en día se sabe que este pueblo era el Muisca y el sitio donde se realizaba la ceremonia habría sido la laguna de Guatavita (Colombia). La noticia de la riqueza muisca atrajo hasta la sabana de Bogotá a expediciones originadas en Quito (Ecuador), Santa Marta (Colombia) y Coro (Venezuela). La supuesta existencia de un reino dorado motivó numerosas expediciones y se mantuvo vigente durante algunos siglos más, aunque su localización se fue trasladando desde Colombia hacia las guayanas, a medida que avanzaba el proceso de conquista y colonización del territorio sudamericano.

Origen de la Leyenda


Vista de Panamá. Aquí los españoles recibieron las primeras noticias sobre las riquezas del Perú.

La historia sobre las grandes riquezas de Sudamérica se inicia en Panamá, cuando el conquistador Vasco Núñez de Balboa emprende las primeras expediciones hacia el interior del istmo. En su camino, los españoles se cruzan con la tribu del indio Comagre, del cual reciben esclavos y algo de oro, entre otras cosas. Según las crónicas, cuando Núñez de Balboa realiza el reparto del oro entre los solados, se produce una riña entre algunos españoles disconformes con la partición. En ese momento, Panquiaco, hijo mayor de Comagre, golpea la balanza, y dice:
"Si yo supiera, cristianos, que sobre mi oro habíades de reñir, no vos lo diera, ca soy amigo de toda paz y concordia. Maravíllome de vuestra ceguera y locura, que deshacéis las joyas bien labradas por hacer de ellas palillos, y que siendo tan amigos riñáis por cosa vil y poca. Más os valiera estar en vuestra tierra, que tan lejos de aquí está, si hay tan sabia y pulida gente como afirmáis, que no venir a reñir en la ajena, donde vivimos contentos los groseros y bárbaros hombres que llamáis. Mas empero, si tanta gana de oro tenéis, que desasoguéis y aun matéis los que lo tienen, yo os mostraré una tierra donde os hartéis de ello"
Maravillados los españoles le preguntaron a cuanta distancia estaba de allí, a lo que Panquiaco respondió que se llamaba "Tumanamá" y que estaba a seis jornadas de distancia, aunque en su camino debían atravesar unas sierras antes de llegar a la otra mar. Por intermedio de este relato es que en 1513 Vasco Nuñez de Balboa va a descubrir el Océano Pacífico, al cual va a bautizar con el nombre de "Mar del Sur".
En 1519 se funda la ciudad de Panamá sobre las costas del Pacífico, y tres años después, Pascual de Andagoya, emprende un viaje hacia las costas del sureste, hasta el Golfo de San Miguel, donde los indios del lugar le cuentan que todas las lunas llenas venía gente por el mar en canoas a hacerles la guerra desde una provincia ubicada al sur llamada "Birú" (luego Perú). Así es que Andagoya se embarca a explorar aquellas costas llegando hasta el actual río san juan (Colombia), donde recoge las primeras noticias del Imperio Inca. Desde entonces, según relata el cronista Gonzalo Fernandez de Oviedo, en Darién "no se hablaba de otra cosa, sino de la rica y lejana provincia de Perú".

La Conquista de Colombia


Edificio colonial en Santa Marta, Colombia.
El primer asentamiento estable de los españoles en Sudamérica fue la ciudad de Santa Marta (Colombia), fundada en 1525 por Rodrigo de Bastidas. Allí se inició la conquista de las tribus vecinas que en su mayoría eran ricas en oro, lo cual acrecentó aún más la ambición de los europeos. Los indios prontamente descubrieron la debilidad de los hombres blancos por los metales preciosos y utilizaron esto a su favor creando numerosas fábulas sobre lugares maravillosos en los confines de la región.

El término "El Dorado", en general, se aplicó a casi todas las creaciones fantásticas, inventadas por los indios o imaginadas por los propios españoles. El primer "Dorado" del que se tiene registro fue el mítico cerro de oro que supuestamente estaba ubicado en el valle de los Tayronas, unos indios guerreros que dominaban a las demás tribus de la región de Santa Marta.


El impulso definitivo para la conquista del continente se produjo en 1528 cuando Francisco Pizarro envió a España los tesoros descubiertos por él en Tumbez (Perú). El desconocimiento general de la geografía sudamericana hizo creer a los españoles que yendo hacia el sur desde la costa colombiana o venezolana podrían encontrar el océano Pacífico, ya que suponían que la costa seguía la misma orientación que en Panamá, es decir en dirección Este-Oeste. 

Cuando la noticia de las riquezas descubiertas descubiertas en Tumbez llegó a Santa Marta, se organizó desde allí una expedición con el objetivo de encontrar una ruta al Mar del Sur y así adelantarse a Pizarro en la conquista del Perú. La primera expedición encabezada por el gobernador interino Pedro Badillo logró bordear la sierra Nevada y llegar a Valledupar. El siguiente gobernador, García de Lerma, encabezó las primeras exploraciones del río Magdalena, convencido de que éste atravesaba toda Sudamérica hasta donde estaba el Imperio Inca.

La Conquista de Venezuela


Cuenca del río Magdalena, la Cordillera Oriental y el Lago de Maracaibo.
En 1531 el conquistador Diego de Ordás explora por primera vez el río Orinoco, en busca de los ricos pueblos del Perú. Tras muchas dificultades la expedición llegó a la altura del cruce con el río Meta y los indios del lugar le informan que hay mucho oro, pero río arriba, lo que le hizo suponer que en su origen se hallaban grandiosas minas de oro.

Los indios también le cuentan que en esas tierras habitaba un príncipe muy poderoso, que era tuerto, y que utilizaba animales de monta como los caballos, pero que eran mas pequeños que los ciervos, por lo que Ordaz supuso que se trataba de Ovejas del Perú (Llamas).

Diego Ordás retornó a la costa pretendiendo realizar una segunda expedición por tierra, sin embargo falleció antes de poder realizarla.
En la misma época, Antonio Sedeño, gobernador de la isla Trinidad, se decidió a intervenir en la costa venezolana en busca de el oro que provenía según él de la "Tierra Firme". Sedeño llegó a penetrar en el territorio, sin embargo, falleció envenenado en el valle de los Tiznados en 1537.

En 1533, Jerónimo de Dortal, había sido nombrado Gobernador de Paria. Por aquel entonces, Francisco Pizarro seguía avanzando en la conquista del Perú y ese mismo año envía a España el tesoro obtenido en Cajamarca por el frustrado rescate de Atahualpa. Si bien Pizarro recolectaba numerosas piezas de oro, aún no había descubierto donde se hallaban las minas de donde se extraía dicho metal, lo que hacía suponer que estaban en el interior del territorio sudamericano. Dortal llegó a Paria en 1534 y allí se asoció con Alonso de Herrera, antiguo lugarteniente de Diego de Ordás. Herrera remontaría el Orinoco y Ortal realizaría el mismo trayecto pero por vía terrestre, reuniéndose ambos a la altura del cruce entre los ríos Orinoco y Meta.

Herrera llegó primero al objetivo y en lugar de esperar a su socio decidió continuar río arriba por el Meta, hasta los llanos, donde murió en un enfrentamiento con los indios. Poco después, Dortal llegó hasta el mismo lugar donde había fallecido Herrera y allí decidió emprender el regreso, convencido de que allí no había oro.

En 1528, los banqueros alemanes Welser obtienen la gobernación de Venezuela. Un año después, Ambrosio Alfinger llegó a Coro, desde donde encabezó una expedición hacia el sur del lago Maracaibo donde pretendía encontrar un paso hacia el océano Pacífico. A su regreso a Coro, Alfinger dijo haber visto ovejas del Perú y hombres vestidos con mantas.

Al no encontrar oro en el interior de Venezuela los expedicionarios alemanes deciden aventurarse por el río Magdalena. En 1530 llegan a las tierras que actualmente forman los departamentos del Cesar y Norte de Santander en Colombia, y avanzando por el Valle de Upar la expedición llegó en 1532 hasta la Sabana de los Caracoles, lugar donde hoy se encuentra Bucaramanga.

Allí Alfinger tuvo noticia por los indios de la existencia de una provincia muy rica llamada “Xerira”, aunque se le hacía imposible llegar hasta ella por falta de gente y armamento. Du­rante el viaje de regreso Alfinger fue muerto por los indios, aunque la noticia de "Xerira" llegó hasta la costa caribe.

Hoy en día se entiende que “Xerira” era simplemente la meseta de "Jerida" (o Jerira) habitada por los indios de la comunidad chibcha, sin embargo, este relato sobre una provincia rica y la muerte de Alfinger, no hicieron más que alimentar la versión de una tierra mítica ubicada en el suroeste.

En una carta de la Real Audiencia de Santo Do­mingo, fechada el 30 de enero de 1534, se informa a Su Majestad sobre las riquezas del Perú y su temor de que los colonos abandonen las islas del Caribe para irse a Sudamérica. Sin embargo, lo interesante del relato es que describe la existencia de una tierra aún más rica que el Perú, ubicada en el interior del continente:
"...según por información a habido de los que de allá han venido que tienen por cierto según las alturas y las graduaciones que en la costa de Tierra Firme el paraje de enfrente de esta isla y de la de San Juan entrando por ella a línea recta al sur y medio día llegados a la línea equinoccial y antes y después de pasados de ella se dará en lo mejor de todas las riquezas de aquella tierra, porque esta casi en el medio del Río de la Plata que está al oriente y de la otra tierra del Perú que esta al occidente y que entrando como están tomados los extremos entrando por éste medio descubrirán lo bueno del todo ello a lo cual ninguno de los descubridores de la Plata y del Perú podrán llegar en mucho tiempo."
Real Audiencia de Santo Domingo, 30 de enero de 1534.

Mapa de 1897 con Bajo Orinoco, el Golfo de Paria y la Isla Trinidad.
Así es que en Venezuela se conjeturan tres posibles ubicaciones para esta tierra mítica, dos de ellas vinculadas directamente a la influencia muisca. La primera referencia es la obtenida por Alfinger en el bajo del río Magdalena, sobre una rica provincia llamada "Xerira", o sea parte de la meseta muisca. La segunda variante la había aportado Diego de Ordás cuando los indios del Meta, probablemente los goahibo, le cuentan sobre las grandes riquezas que había río arriba, en los Andes orientales, cerca del lugar donde habitaban los muiscas. La tercera versión es la de la propia Real Audiencia de Santo Domingo, que ubicaba estas grandes riquezas al sur de Venezuela a la altura de la línea del Ecuador.

Jorge de Espira o Spira, fue designado por los Welser como nuevo Gobernador de Venezuela, tras la muerte de Alfinger. Espira llegó a Coro en 1534 y organizó inmediatamente una expedición rumbo a las tierras al sur del lago de Maracaibo y más allá de las sierras de Carora, donde se suponía existía oro en abundancia. El nuevo Gobernador encargó a Nicolás de Federmann partir a Santo Domingo en busca de los recursos necesarios para semejante viaje y luego encontrarse ambos en las sierras de Carora.

El obejetivo de los conquistadores venezolanos era llegar a la mítica provincia de "Xerira" y si bien el camino más sencillo era ingresando por Valledupar, Espira decidió no hacerlo por allí ya que dicho territorio pertenecía a Santa Marta, cuyas autoridades habían designado un destacamento en el lugar con el fin de evitar nuevas intromisiones de los venezolanos. Otro camino directo hubiese sido el valle del río Zulia, sin embargo, la muerte de Alfinger por parte de indios belicosos hizo que se descartara esta opción. La única vía posible era entonces rodear la Cordillera Oriental, considerado un cordón montañoso aislado como la Sierra Nevada de Santa Marta, y desde allí ingresar a Xerira, sin embargo, Espira descubrió que las montañas continuaban hacia el suroeste, siendo éste un ramal de la Cordillera de los Andes, que se extiende desde allí hasta el lejano Estrecho de Magallanes, en la otra punta del continente.

Sin noticias de Federmann y acosado por los indios y las lluvias Espira decide acampar en las orillas del río Upía, donde fueron diezmados por los tigres que habitaban en la zona. Allí los indios le comentan a los europeos sobre la existencia de los muiscas, sin embargo, convencido de que se trataba de un engaño para desviarlo de su camino, el Gobernador decide continuar por los llanos un poco más hacia el sur, sin obtener resultado alguno. Desalentada, la expedición emprende el definitivo retorno a la costa venezolana.

Mientras tanto, en 1536, Nicolás de Federmann parte finalmente desde Coro con la misión de socorrer a Espira de quien no se había tenido más noticia. El itinerario de esta exploración sería por los Llanos de Carora, hasta la cabecera del río Guaviare. Allí Federmann también descubre que la cordillera oriental no era un cordón montañoso aislado, por lo que re­solvió emprender su cruce ya que los indios del lugar le afirmaron que el oro lo adquirían de “la otra banda de la Sierra que quedaba sobre mano derecha hacia el poniente”. Federman y su gente llegaron a la sabana de Bogotá en marzo de 1539

Surgimiento de "El Dorado"

Paralelamente, en 1534, mientras Cuzco caía en manos de Pizarro, hacia el norte Sebastián de Belalcázar emprendía la conquista de Quito (Ecuador), que se suponía igualmente rica, aunque los españoles no encontraron tesoros allí. Belalcázar continuó explorando el territorio ya que un indio en Latacunga (Ecuador) le comentó sobre su lugar de origen, una tierra más al norte llamada Cundinamarca, cuya tribu había perdido una gran batalla con los Chizcas (Chibchas). Según aquel prisionero, el Rey de su tribu solía cubrirse el cuerpo con oro en polvo para ofrendarlo a los dioses, naciendo allí la actual leyenda de "El Dorado", que más tarde se fusionaría con otros rumores y mitos que llevaron a creer que se trataba de toda una ciudad o reino construido enteramente en oro. Desde aquel entonces, los españoles de Quito comenzaron a denominar ese territorio como la Provincia de El Dorado.


Así es que Belalcázar sale “en demanda de una tierra que se dice El Dorado y Pasquies”, según declara el teso­rero, Gonzalo de la Peña en julio de 1539. La ilusión de Belalcázar era conquistar estas tierras y llegar al mar de las antillas, que se suponía cercano a Quito. Desde allí, evitando el viaje por el Pacífico hasta Panamá, podría embarcarse directamente rumbo a España sin tener que cruzarse con Pizarro del cual pensaba independizarse. Las tropas de Belalcázar avanzaron por las provincias de Pasto y Popayan, atravesaron el Valle de Neiva y llegaron hasta la sabana de Bogotá donde se encontraron con las expediciones de Nicolás de Federmann y Gonzalo Jiménez de Quesada que habían avanzado desde Coro y Santa Marta respectivamente.

Gonzalo Jiménez de Quesada


Vista de Bogotá, en el siglo XIX.

En 1535 llega a Santa Marta el Teniente de Gobernador, Gonzalo Jiménez de Quesada, quién decidió organizar una excursión hacia el interior del territorio, siguiendo el curso del Río Grande (río Magdalena), con el objetivo de alcanzar el Perú. En su camino, Quesada observó un hecho curioso: a lo largo del río los indios consumían granos de sal traídos desde la costa de Santa Marta, sin embargo, una vez recorridas setenta leguas de distancia, la sal era ya muy cara y escasa. Luego de esto, comenzaron a observar indios que consumían otra sal, ya no en granos sino en panes similares a los terrones de azúcar y a medida que avanzaban por el río la sal era cada vez más barata, lo que llamó la atención de los conquistadores. Según los indios, las tierras de donde provenía dicha sal pertenecían a un señor poderoso que poseía grandes riquezas.

Los españoles decidieron explorar el origen de dicha sal, llegando así hasta las tierras de la confederación Muisca, un pueblo rico en oro y esmeraldas que habitaba en el Altiplano Cundiboyacense. Allí Jiménez de Quesada llevaría adelante la conquista de este pueblo y fundaría la ciudad de Bogotá.
Las costumbres religiosas de los muiscas incluían ofrendar oro y piedras preciosas a sus dioses, en adoratorios retirados, casi inaccesibles, que eran principalmente lagunas ubicadas en la cúspide de las montañas. El principal adoratorio lo constituía la laguna de Guatavita, que era a su vez, la plaza mejor fortificada de los muiscas.

Una de las costumbres que más llamó la antención de los españoles fue la que se realizaba para investir a los nuevos caciques de Guatavita, que fue bautizada por los europeos como la ceremonia de "El Dorado". Según los cronistas, cuando moría el cacique de Guatavita, su sobrino y futuro cacique era ungido con una masa pegajosa de tierra mezclada con oro en polvo y trasladado al centro de la laguna de Guatavita, donde debía arrojar piezas de oro y esmeraldas como ofrenda. Sin embargo, este ritual se había dejado de efectuar tras la pérdida de autonomía que sufrió Guatavita La veracidad de este relato se confrmó en 1856 mediante el hallazgo de una pieza de oro, conocida como la "balsa muisca", aunque ésta luego desapareció y más tarde se descubrió una similar en 1969, que actualmente esta expuesta en el Museo del Oro en Bogotá. Paradógicamente, ninguna de estas dos balsas se encontró en la laguna de Guatavita, sino que la primera se descubrió en la laguna Siecha y la segunda apareció en una cueva del municipio de Pasca.

La razón por la cual esta ceremonia se realizaba en la laguna de Guatavita era porque los sacerdotes muiscas afirmaban que allí se había arrojado la Cacica con su hijo huyendo del Cacique que la había acusado por infidelidad. Según la historia, la Cacica y su hijo vivían en un magnífico palacio construido en el fondo de la laguna. Esta creencia también se difundió entre los españoles dando fama a aquel "Dorado".

El derecho sobre estos territorios recien descubiertos permaneció unos años en disputa entre Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar y del alemán Nicolás de Federmán. El segundo, proveniente de Quito (Ecuador), reclamaba el territorio a nombre de Francisco Pizarro, conquistador del Perú, y el tercero, que venía de Coro (Venezuela), lo hacía por los banqueros alemanes Welser, arrendatarios de la Provincia de Venezuela.

Estos últimos dos conquistadores llegaron a Bogotá a comienzos de 1539, siguiendo ambos la noticia de los indios de la región sobre una tierra muy rica. Su desazón fue grande cuando finalmente encontraron allí a Gonzalo Jiménez de Quesada, quien había llegado con su gente tres años antes. Los tres exploradores acordaron embarcarse rumbo a España para resolver sus diferencias.

Ceremonia del indio dorado


Famosa balsa muisca evidencia de las ceremonias sagradas que dieron origen a la leyenda de El Dorado.

La ceremonia del indio dorado de la laguna de Guatavita fue la que probablemente dio origen a la leyenda del mítico reino dorado. Desde tiempos remotos la laguna de Guatavita era el centro de adoración de una deidad desconocida que se manifestaba en forma de un pequeño dragón o culebra al cual otorgaban ofrendas. Luego, según las crónicas, ocurrió una tragedia en las aguas de la laguna cuando la Cacica se arrojó a sus aguas junto a su hijo acusada de infidelidad por parte del Cacique. Se suponía que ambos vivían en un maravillo templo ubicado en el fondo de la laguna. Más tarde se instauró la ceremonia religiosa que debía ser realizada por los futuros caciques antes de ejercer el poder. Allí el gobernante debía ser cubierto totalmente con polvo de oro y luego trasladarse en balsa al medio de la laguna donde arrojaba objetos de oro y esmeraldas en símbolo de ofrenda. Sin embargo, esta ceremonia había dejado de llevarse a cabo mucho antes de la llegada de los españoles.
...En aquella laguna de Guatavita se hacía una gran balsa de juncos, y aderezábanla lo más vistoso que podían… A este tiempo estaba toda la laguna coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, los indios e indias todos coronados de oro, plumas y chagualas… Desnudaban al heredero (...) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la barca cuatro caciques, los más principales, aderezados de plumería, coronas, brazaletes, chagualas y orejeras de oro, y también desnudos… Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba a los pies en medio de la laguna, seguíanse luego los demás caciques que le acompañaban. Concluida la ceremonia batían las banderas... Y partiendo la balsa a la tierra comenzaban la grita... Con corros de bailes y danzas a su modo. Con la cual ceremonia quedaba reconocido el nuevo electo por señor y príncipe.
Juan Rodríguez Freyle, en su obra El Carnero. 1638.

Busqueda de El Dorado

Francisco de Orellana


Confluencia del río Negro con el río Amazonas, cerca de Manaos.

Tras la deslealtad de Sebastian de Belalcazar, Francisco Pizarro decide nombrar a su hermano, Gonzalo, como Gobernador de Quito y Capitan General de la expedición que debía descubrir un lugar al que llamaban el "País de la Canela".55 Dicha expedición partió en diciembre de 1540 hacia el oriente, hasta Cumaco, un lugar ubicado en la base de un volcán, donde se hallaban los árboles de canela que buscaban. Sin embargo, esta canela era de inferior calidad que la de las Indias Orientales, cuyo monopolio pertenecía a los portugueses. Disconforme con este hallazgo Pizarro decidió seguir hasta el río Coca, al que llegaron en julio de 1541. Luego descendieron río abajo, hasta que no pudieron avanzar más debido al hambre que estaban padeciendo.

Allí Francisco de Orellana se ofreció a continuar con un bergantín en busca de comida para luego regresar y socorrer al resto de la expedición. Gonzalo Pizarro accedió y así fue que acompañado por 57 hombres y el fray Gaspar de Carbajal, Orellana partió el 26 de diciembre de 1541, continuando río abajo por el Coca y luego por el Napo. El plan de Orellana no era retornar adonde estaba Pizarro, sino encabezar su propia expedición en busca de riquezas. Una vez encontrados los anciados alimentos, Orellana continuó su curso hasta el río Grande, el que luego sería conocido como río de las Amazonas o de Orellana.

Al ver que no había novedades de la avanzada, Pizarro decidió continuar por tierra, hasta que finalmente confirmó la deserción de Orellana y decidió emprender el duro regreso a Quito.
Mientras tanto, en la provincia de Machifaro, ubicada sobre el río Amazonas, Orellana tuvo noticia de que tierra adentro, a mano izquierda, existía un gran señor llamado Aomagua. Poco más adelante, en una aldea los españoles hallaron algo de oro y plata, y gran cantidad de loza vidriada. Allí los aldeanos confirmaron que yendo tierra adentro, habia muchos de aquellos metales.

Orellana decidió investigar dicha noticia, descubriendo a su paso dos caminos reales, por los que avanzó unas dos millas, observando que dichos caminos se ensanchaban más a cada paso. Finalmente Orellana volvió a la aldea y se embarcó para continuar con su gente río abajo.

El 24 de junio de 1542 la expedición fue atacada por feroces indias guerreras, que les hicieron recordar a las mitológicas mujeres "amazonas", particularidad que terminó marcando el nombre de aquel río y de toda la región. Una vez llegado al océano Atlántico, Orellana partió rumbo a España con el fin de ser nombrado conquistador del País de las Amazonas. En virtud del importante descubrimiento realizado, el Consejo de Indias, relativizó la traición a Gonzalo Pizarro y le extendió la capitulación. Sin embargo, en febrero de 1546 Orellana falleció víctima de las fiebres en la desembocadura del río Amazonas cuando se disponía a incursionar nuevamente por aquellas tierras.

Hernan Pérez de Quesada

Región de Los Llanos en Colombia.
Atardecer en el Orinoco, cuadro de Ferdinand Bellermann de 1843.
En 1540 Hernan Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada, salió de Bogotá en busca de "El Dorado". Marchó hacia el Oriente hasta los llanos y luego al sur hasta Pasto. Las penalidades sufridas por la expedición fueron tales que el conquistador español debió sacrificar sus caballos para alimentar a la hambrienta tropa. Después de su infructuosa búsqueda Pérez de Quesada retornó a Bogotá con la mitad de la gente.

Felipe de Utre

Felipe de Utre, Teniente General de Coro y veterano de la malograda expedición de Jorge de Espira,69 partió en 1541 desde la costa venezolana siguiendo el recorrido hecho por Espira y Federmann, llegando hasta la zona de los llanos, donde se entera que recientemente había estado Hernan Pérez de Quesada, decidiendo ir tras sus pasos.

En una aldea de la provincia de Papamene, el indio principal le aconseja a Utre no seguir el camino de Quesada, sino que debía regresar sobre sus pasos hacia donde nacía el sol, hasta la ciudad de "Macatoa", ubicada en la otra margen del río Guayuare (hoy Guaviare), porque allí había un reino abundante en riquezas, donde un hermano suyo había sustraído ciertas manzanas de oro y plata.
Utre inicialmente desestimo el consejo del indio considerando que era un invento para sacarlo de sus tierras y continuó su camino tras el rastro de Quesada. La obstinación del Teniente General se mantuvo durante ocho días, mientras su gente estaba cada vez más desalentada y enojada por no haber seguido la ruta indicada por el indio. Así fue que Utre acepto virar hacia el sudeste hasta una sierra alta a la que llamaron "Punta de Pardaos", perteneciente a una cordillera supuestamente inexplorada, conocida hoy en dia como sierra de la Macarena.

Las pésimas condiciones de la expedición los obligaron a retornar a San Juan de los Llanos, para reabastecerse y emprender la búsqueda de la ciudad de Macatoa. A su paso Utre recopiló más noticias sobre el reino que buscaba, pudiendo averiguar que esas tierras pertenecían a los Omeguas o Ditaguas, según las tribus de la región.

Guiada por los indios, su expedición llegó al caudaloso río Guaviare. Allí uno de ellos le informó que Macatoa estaba a poca distancia río arriba y Utre decidió enviarlo en una canoa como embajador en nombre de la expedición. Como fruto de esta iniciativa, al día siguiente aparecieron cinco canoas con noventa indios, siendo uno de ellos el hijo del Cacique de Macatoa, quien ofreció trasladar a los europeos hasta su ciudad.

Así fue que al día siguiente marcharon todos a Macatoa, la cual se hallaba desocupada, ya que sus habitantes habían sido sacados por el Cacique para que los forasteros se pudiesen hospedar más a gusto. Se trataba de una ciudad para ochocientas personas, en perfecto estado de conservación, con calles y plazas. Allí los recibió el Cacique, un hombre de mediana estatura, quien les aconsejo no seguir a lo de los Omeguas con tan poca gente, por tratarse de una tribu muy belicosa.

Sin embargo, el cacique confirmó las riquezas que poseía dicha tierra y se ofreció a acompañarlos con cien indios hasta la primera población de los Omeguas. Tras cinco días de marcha por anchos caminos divisaron a lo lejos una gran población con calles rectas, casas muy juntas y un edificio elevado que sobresalía entre medio de todas las construcciones.

Los españoles preguntaron al Cacique cual era la función que cumplía semejando edificio, a lo cual éste contesto que se trataba de una morada y templo con muchos ídolos de oro macizo y además afirmó que más adelante existían otros pueblos aún más ricos y poderosos. Allí el Cacique dio por finalizada su intervención y aconsejó a Utre capturar alguno de los nativos que andaban deambulando por las cercanías para obtener de él más información sobre el territorio. En esta caza es que el propio Felipe de Utre resulta herido entre las costillas, generando incertidumbre entre el resto de la expedición sobre los peligros de continuar adelante. El estruendo de grandes tambores y el alarido de numerosa gente en el fondo de la selva sirvieron para confirmar la retirada, no sin antes sufrir una escaramusa por parte de los Omeguas. Los europeos se marchaban convencidos de haber visto los umbrales de "El Dorado".

Mientras tanto, después de cinco años sin noticias de Felipe de Utre, la Real Audiencia de Santo Domingo decide nombrar a Juan de Carvajal como gobernador interino. Como las familias de Coro estaban sufriendo numerosas penalidades por hallarse la ciudad en una tierra desértica, la primera medida de Carvajal es fundar un nuevo asentamiento sobre tierras fértiles, llamada El Tocuyo. Por allí pasará Utre a la vuelta de su expedición, generando un conflicto entre ambos gobernadores. Felipe de Utre decide llevarse a las familias devuelta hacia Coro y Carvajal, enfurecido, llega hasta él y ordena a los suyos que lo decapiten. Acto que le costará la vida al propio Carvajal un mes despues, tras un breve juicio.

Pedro de Ursúa


Mapa del Siglo XVII, con El Dorado, el Lago Parime y la cuenca del río Amazonas.

En 1560 partió desde el Perú una expedición al mando de Pedro de Ursúa, organizada por el propio virrey, Andrés Hurtado de Mendoza, con el objetivo de buscar El Dorado, que según se creía estaba por el lado del río de Orellana, también conocido como Marañón o Amazonas. Esta versión sobre la existencia de El Dorado en aquella región también se sustentaba en el relato de unos indios, que según contaban eran originarios de la costa del Brasil y que habían partido rumbo al Perú en busca de mejores tierras. Originalmente esta migración habría estado compuesta por unos diez o doce mil indios brasiles que atravezaron todo el continente durante diez años, hasta que finalmente 300 de ellos lograron llegar al pueblo español de Chachapoyas. Allí relataron a los españoles sobre las características de la región amazónica, resaltando sobre todo las innumerables riquezas y la gran cantidad de aborígenes que vivían en la provincia de Omagua.

Los cuatrocientos soldados que componían la expedición de Ursúa habían sido reclutados en base a su valentía y experiencia en campañas anteriores, sin tener en cuenta su moral o su apego a la autoridad, lo que marcaría el inesperado futuro de la expedición.

Los primeros meses de viaje por el río Amazonas no arrojaron resultado alguno, incrementando el desánimo entre los soldados y a pesar de que varias veces le advirtieron a Pedro de Ursúa que se estaba organizando una conspiración en su contra, éste no le dio mayor importancia. Ursúa finalmente resultó asesinado a puñaladas el 10 de enero de 1561, en en un pueblo de Indios llamado Machífaro, donde habían parado a acampar. El ideologo de la conspiración había sido el soldado Lope de Aguirre, quien ya tenía numerosos antecedentes en levantamientos e insurrecciones. Aguirre, que viajaba en la expedición junto a su hija, había logrado ganarse el aprecio de todos los oficiales poniéndolos en contra de la autoridad de Ursúa, quien tenía una actitud rígida y distante hacia sus subordinados.

Tras conseguir la muerte de Pedro de Ursúa, Lope de Aguirre tomó el mando de la expedición, que continuó río abajo hasta el Atlántico, siendo asesinados en el camino varios de sus detractores. La diezmada expedición arribó y tomó por asalto la isla de Margarita. Allí fueron asesinados, tanto el Gobernador, como varios religiosos y algunos hombres y mujeres. Luego Aguirre volvió al continente con el objetivo de ir por tierra al Perú. En su camino estos hombres saquearon e incendiaron varias poblaciones. Finalmente, sus propios hombres, tan crueles y feroces como su líder, le traicionaron y le dieron muerte, rindiéndose luego ante las autoridades. Antes de morir, Lope de Aguirre apuñalo a su propia hija, según él, para que ella no pagara por sus crímenes.

Gonzalo Jiménez de Quesada

En 1569, la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá le otorgó a Gonzalo Jiménez de Quesada el gobierno de un extenso territorio de 400 leguas de longitud y latitud entre los ríos Pauto y Papamene, el derecho de usufructo para él y un heredero y la concesión del título de marqués o conde de la tierra que ocupare, así como el de alguacil. Con este reconocimiento, y acosado por penurias económicas, Jiménez de Quesada inicia una expedición a San Juan de los Llanos al oriente de los Andes, en busca de "El Dorado". Dicha empresa finalizó en 1573 sin ningún resultado.

Antonio Berrio

El 3 de enero de 1584 el conquistador español Antonio Berrio, heredero de la capitulación de Gonzalo Jiménez de Quesada, emprende una nueva expedición hacia la cuenca del Orinoco. A la altura del río Meta los indios le "certifican que en diez leguas hay diez mil indios...". Desde allí emprende por tierra el camino hasta el río Guaviare, lugar donde divisa una cadena montañosa hacia el Este y afirma "...que en la cordillera hay una laguna grandísima y que de la otra parte de ella hay grandes pobladores, ... y gran riqueza de oro y piedras...", sin embargo, con sus fuerzas menguadas decide retornar y labrar un acta con los resultados de la expedición. Los aportes de Berrio permitieron conocer mejor la geografía del inexplorado escudo guayanés, sin embargo también sirvieron para plasmar en los mapas un mito geográfico: el gran lago de Manoa, un valle inundado, rodeado por altas montañas, ubicado entre las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas.
En 1590, Berrio emprende otra expedición hacia las montañas que había divisado algunos años atrás. Allí intento infructuosamente encontrar un paso o alguna población importante para poder reabastecerse de alimentos. Tras dos meses sin resultados y sin recibir refuerzos decide volver a la isla Margarita. A pesar de su fracaso Berrio esta convencido de que tras esas montañas se hallaba un lago con la magnífica ciudad de Manoa.

La principal fuente consultada por Berrio, era el supuesto diario de Juan Martín de Albujar, depositado en Puerto Rico. Según contaba la historia Albujar había sido anbandonado en la expedición de Diego de Ordaz y había llegado a una magnífica ciudad a donde se habían trasladado los incas. Berrio imaginaba así una Manoa con techos y calles doradas donde habitaba un Inca, como afirma al Rey en una carta de 1593: "...que se dize por cosa cierta que los reyes ingas de estas probincias salieron a conquistar el Pirú y después con discordia que ubo entre dos hermanos, el uno de miedo del otro, se bolbió huyendo a estas probincias."

Walter Raleigh


Región del Monte Roraima, uno de los últimos territorios sudamericanos en ser explorado.
En 1595, la reina de Inglaterra, Elizabeth I, ordenó un importante ataque sobre el caribe español con el obejtivo final de constituir un colonia británica en Panamá. Según el plan, el corsario Walter Raleigh, incursionaría por el río Orinoco, mientras que Amias Preston, hostigaría las posiciones españolas en Tierra Firme. A su paso Raleigh destruyó y saqueó pueblos españoles, ocupó Trinidad y luego ingresó en el río Orinoco explorando la zona de Guyana, un territorio que teóricamente pertenecía a España, pero que en los hechos estaba siendo disputado entre Francia, Gran Bretaña y Holanda. Raleigh descubrió algunas minas de estaño y emprendió la vuelta a Inglaterra cuando ya no pudo seguir avanzando con sus barcos por aquellos ríos.

Ya de regreso en Gran Bretaña, Ralegh escribe un libro llamado "El Descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de las Guayanas con un relato de poderosa y dorada ciudad de Manoa (que los Españoles llaman El Dorado)" con el fin de concientizar a los británicos sobre las riquezas que podrían encontrar en esas tierras inexploradas. Allí habla de un lago interior de agua salada al que compara con el mar Caspio y afirma que durante el verano sus aguas descienden quedando a la vista pepitas de oro de considerable tamaño.

En 1616 Raleigh partió nuevamente hacia Guyana con el objetivo de encontrar las supuestas minas de oro que se encontraban en su interior aunque, esta vez el Rey impuso la expresa condición de no dañar la propiedad de los españoles. Durante el viaje la expedición debió soportar grandes tormentas, enfermedades y escazes de provisiones. Los británicos llegaron a las guayanas en noviembre de 1617, aunque por error ingresaron por el río Galiana, de corrientes muy peligrosas. Allí fueron auxiliados por unos indios y el propio Raleigh debió desembarcar y guardar reposo a causa de su delicada situación fisica. Sin embargo, ordena que cinco de sus barcos tomen rumbo hacia el Orinoco para continuar con la expedición. En su trayecto estos barcos pasan frente a la fortaleza española de Santo Tomé, desde donde son atacados, muriendo en el enfrentamiento el propio hijo de Raleigh. Los británicos logran tomar el fuerte, aunque no evitan el continuo asedio de los españoles. Entre tanta selva, los británicos comienzan a dudar sobre la existencia de aquellas minas de oro y aunque efectivamente existiesen consideraban que sería muy complicardo trabajarlas y controlarlas.

La deserción del capitán Thidney marcó el fin de la expedición. A su vuelta a Inglaterra en junio de 1618, Raleigh fue condenado a muerte por haber atacado pocesiones españolas, en contra de las órdenes del Rey.

El Dorado y el Lago Parima

Desde el siglo XVI surgió en las Guayanas el rumor de que en el interior del continente existía un gran lago. Los indígenas llamaban a ese lugar Paragua o Parava, que en lengua caribe significa justamente mar o lago grande y que los misioneros de Piritú comenzaron a denominar Lago Casipa en honor a los indios casipagotos que vivían por esa zona.

Este gran lago o mar interior no aparece en los mapas hasta 1599 cuando Jodocus Hondius lo incorpora con el nombre de Lago Parima, en base al relato del viaje de Walter Ralegh.
En realidad no existía tal lago, sino que se trataba de un río, conocido luego como el río Parima o Branco, que al estar rodeado por llanuras solía desbordase aparentando la geografía de un gran lago, siendo en realidad un valle de inundación. A partir de éste mito los geógrafos comienzan a agrandar sus dimensiones, le dan una forma casi rectangular en dirección Norte-Sur y lo imaginan como el origen de los ríos Carony, Arui y Caura. Posteriormente las características de este lago fueron variando: pasó a llamarse popularmente como Lago Parima, se lo colocó cada vez más al sur y su forma rectangular se mantuvo, aunque en dirección Este-Oeste. Al variar su ubicación también cambió su contexto geográfico, ya que pasó de ser el nacimiento de los ríos más importantes, a figurar como un lago totalmente incomunicado y rodeado de montañas.

Desagüe de las Lagunas Sagradas

La historia de las ofrendas de oro y esmeraldas también condujo a los primeros intentos por desaguar las lagunas sagradas de los muiscas.
El primer desagüe de la laguna de Guatavita lo realizó Hernán Pérez de Quesada, consiguiendo únicamente el equivalente a tres o cuatro mil pesos de oro. En 1652, un rico mercader de Bogotá, llamado Sepúlveda, obtuvo de Felipe IV la concesión para una segunda pesquiza. Sepúlveda realizó un corte en uno de los cerros con el fin de desaguar la laguna, obteniendo de esta empresa solo una valiosa esmeralda. Finalmente, una compañía inglesa, por concesión del gobierno de Colombia, procedió a desaguar completamente la laguna de Guatavita, descubriendo en su fondo una capa de lodo de tres metros de espesor. Allí fueron encontrados algunos tunjos, esmeraldas y objetos de cerámica.

La laguna Siecha fue parcialmente desaguada en 1856 por los señores Joaquín y Bernardino Tovar, asociados a Guillermo Paris y a Rafael Chacón. El nivel de las aguas descendió unos tres metros permitiendo descubrir varias esmeraldas y algunas piezas de oro, entre las que se destaba una balsa muisca, similar a la hallada en 1969, pero que actualmente se encuentra desaparecida.

En 1870 se realizó un nuevo intento por desaguar la laguna Siecha, llevada a cabo por Crowther y Enrique Urdaneta, que perforaron 187 metros de roca de arenisca sobre el muro occidental. Sin embargo, cuando faltaban 3 metros para finalizar el túnel, los dos señores y un peón murieron asfixiados por las emanaciones viciadas del lodo sumadas al olor de la combustión de la polvora empleada para la perforación.

Fuentes: http://es.wikipedia.org

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