“Adán” vivió hace 209.000 años
Los estudios genéticos emprendidos para conocer nuestros ancestros llegan a un primer hombre. Pero, cuidado, no un único hombre, como el Adán del Génesis, sino un hombre que todos los hombres hoy vivientes compartimos, ya sea en Angola, China, Finlandia o Oaxaca. Un hombre cuya descendencia es la humanidad entera, pero que fue parte de un grupo de Homo sapiens. Es el ancestro de todos porque las demás líneas, originadas en otros hombres, han llegado, hace mucho o apenas antes de que comenzaran los estudios genéticos mundiales, a un final: un último hombre que no deja descendientes.
Eso ha ocurrido una infinidad de veces: el cazador muerto sin hijos hace 200 mil años, el de hace 100, 50 o 20 mil años; el guerrero troyano, el griego, el niño único muerto en Cholula hace 500 años, el soldado español muerto en el sitio de Tenochtitlán que no dejó sus genes desperdigados a su paso por Constantinopla, Sevilla, Cuba y la Villa Rica de la Vera Cruz, fundada por Hernán Cortés: callejones sin salida, espermatozoides que no encuentran su óvulo o quedan masacrados por botines de trabajo en el piso de una disco atestada de sudorosos jóvenes al ritmo de I will survive.
Es la gran, la enorme diferencia, entre el Adán bíblico y nuestro Adán genético: el hombre al que todos los hombres hoy vivos (pero no todos los que han vivido) llegamos en último término: hace 209 mil años, según estudio de la Universidad de Sheffield, Reino Unido.
El estudio pionero fue conducido por Eran Elhaik (izquierda), de la Universidad de Sheffield, y Dan Graur (derecha) de la Universidad de Houston, Texas.
En esta investigación, publicada en el European Journal of Human Genetic, Elhaik y Graur dataron nuestro más común ancestro masculino, Adán, en su correcto lugar dentro de la historia evolutiva. Los resultados mostraron que es 9 mil años anterior a lo que pensaban los científicos. Estos hallazgos ponen a Adán dentro del marco temporal de Eva, el ancestro genético materno de la humanidad. Eso contradice un estudio reciente que había sostenido que el cromosoma Y humano [el que heredamos de nuestro padre y abuelo, sin mezcla materna, todos los hombres] se originó en una especie diferente por medio de interprocreación, lo cual hace a Adán dos veces más antiguo. Y claro, no un Homo sapiens todavía.
Echar por tierra teorías no científicas no es nuevo para Elhaik. Al comenzar este año tumbó el trabajo de Michael Hammer acerca de la unidad del genoma judío y, junto con Graur, refutaron las proclamas del proyecto ENCODE acerca del ADN basura.
“Podemos decir con cierta certeza que los humanos modernos emergieron en África hace poco más de 200.000 años”, dice Elhaik. Y le resulta obvio que no se entrecruzaron con homínidos de hace 500 mil años.
La explicación de que ahora encontremos una pareja es la arriba expresada: los hijos de otros han ido llegando a un último humano que no deja descendencia, como las ramas de un árbol que dejan de crecer mientras una y una sola se llena de retoños.
Añade Elhaik: “Hemos probado que el estudio de la Universidad de Arizona carece de cualquier mérito científico”. Se refiere al conducido por Michael Hammer que supone una mayor antigüedad del cromosoma Y en el árbol filogenético a partir de una muestra de afroamericanos y publicada en Cell Press hace un año.
“De hecho, la hipótesis [del equipo de Arizona] crea una especie de ‘paradoja en el espacio-tiempo’. Si tomamos en serio los resultados numéricos de estudios previos podemos concluir que el pasado pudo ser alterado por la madre de Adán al decidir no concebirlo en el futuro”. Esa paradoja se desprende del artículo en Cell.
Nos pide recordar el filme Regreso al futuro, “cuando Marty estuvo preocupado porque sus padres pudieran no conocerse y como resultado él no habría nacido: es la misma idea”.
Qué tanto nuestros ancestros humanos se cruzaron con especies cercanas es una de las cuestiones más candentes en antropología que permanecen abiertas, añade.
Fuente: alianzatex.com
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