Y Cristo 'resucitó' en Cástulo...


Desde la calle, nada presagia lo que esconden las salas de restauración del Museo Arqueológico de Linares (Jaén). Pero sólo el hecho de subir a la segunda planta de la casona palaciega que alberga las joyas arqueológicas, sobre todo iberas y romanas, que han salido en los últimos años de las excavaciones de la antigua ciudad de Cástulo ya augura un gran descubrimiento. Los arqueólogos y restauradores recorren los laboratorios empeñados en las piezas que sostienen entre sus manos con la delicadeza que requiere el paso del tiempo. Están deseosos de mostrar al mundo el hallazgo de la última campaña que aún no ha terminado. De pronto, una de las técnicas de restauración aparece ante nosotros portando una caja de plástico de color azul. «Aquí la tenemos», dice sentenciosa. Apoya el cajón sobre una de las mesas de trabajo y levanta la tapa en la que un dibujo ya revela lo que va a aparecer en el interior. Una tela negra en el interior del arcón hace resaltar los grabados, pero lo primero que llama la atención es el maravilloso estado de conservación y lo completa que está la pieza de vidrio que lleva oculta más de 1.600 años, desde la segunda mitad del siglo IV.

Es necesario fijarse bien para percibir que está formada por pequeños pedazos pegados con gran habilidad usando una resina de restauración llamada Paraloid. Pero los puntos de unión no distraen para que la imagen de un Cristo arcaico, imberbe y con estética de filósofo griego, sosteniendo una cruz gemada, emerja con claridad ante todos los presentes. Son apenas 175 gramos de vidrio de unos dos milímetros de espesor. Es una patena, un plato de 22 centímetros de diámetro con una función muy clara en la liturgia del cristianismo: sostener el pan, la metáfora del cuerpo de Cristo, en la celebración de la eucaristía. No obstante, no es una pieza más.

El excelente estado de conservación de una pieza tan delicada ha permitido a los arqueólogos del proyecto Forum MMX, que realiza las excavaciones de la antigua ciudad monumental de Cástulo, recuperar hasta el 81% de la patena original, algo realmente excepcional en piezas de vidrio tan antiguas. Pero, además, el modo de representación de Cristo y la cronología del edificio y el estrato en el que se encontraba la patena evocan la época fundacional del primer cristianismo y prometen remover las cronologías arqueológicas de este tiempo, al menos en la Península Ibérica.


«Cuando lo encontramos hubo una gran discusión dentro del equipo de arqueólogos», reconoce a EL MUNDO Marcelo Castro, director del proyecto Forum MMX que lleva a cabo las excavaciones en Cástulo. «Teníamos miedo a defender lo que veíamos, porque obligaba a revisar las cronologías del primer cristianismo en España», asegura el arqueólogo.

Pero el hallazgo de la patena ha supuesto un enorme espaldarazo para las hipótesis del equipo dirigido por Castro. Durante las excavaciones en la zona donde aparecieron los vidrios que fueron presentados ayer por la Junta de Andalucía en Linares, varios especialistas mantenían que se trataba de un edificio paleocristiano. «A medio camino entre las catacumbas y casas clandestinas de culto y las primeras arquitecturas cristianas de Roma», explica el director del yacimiento. Pero sólo con las estructuras de piedra no iba a ser fácil defender esa postura ante la comunidad internacional. «Aunque hay que irse a Mesopotamia para encontrar una arquitectura parecida», dice Castro. Sin embargo, la campaña de este verano les ha hecho un regalo de un valor incalculable.

El cristianismo fue una religión clandestina y perseguida durante los siglos II y III. Por ese motivo se extendió en esa época la representación del hijo de Dios a través de alegorías como la figura del pez, cuya palabra en griego era el acróstico de «Jesucristo, hijo de Dios, salvador». No fue hasta el siglo IV, con el edicto de Milán del año 313, cuando al acceder al trono el emperador Constantino -cuya familia se convirtió al cristianismo- legaliza y permite su culto sin cortapisa alguna.

"El hallazgo obligará a revisar las cronologías del primer cristianismo en España", dice Castro

Y, según han podido fechar los arqueólogos de Cástulo gracias al análisis de materiales cerámicos y al estudio de monedas asociadas -una de ellas acuñada en tiempos del emperador Constancio II-, la patena que acaban de presentar al mundo coincide cronológicamente justo con ese momento histórico en el que el cristianismo deja de ser practicado en secreto en catacumbas y casas de culto -'Domus Ecclesiae'- a espaldas de la sociedad de la época. Es decir, el hallazgo contiene una de las primeras representaciones de Cristo después de la dignificación del culto cristiano, conclusión apoyada por algunos de los mayores expertos del mundo en este tipo de arte como Anastassios Antonaras, del Museo de Cultura Bizantina de Tesalónica (Grecia), Lucía Seguí, de la Universidad de la Sapienza de Roma o Ángel Fuentes, de la Autónoma de Madrid.

De hecho, la propia representación del hijo de Dios imberbe, con el pelo corto y rizado al estilo alejandrino y ataviado con una toga de filósofo, revela una iconografía perteneciente a la época anterior a la estabilización del cristianismo. Y lo mismo sucede con los personajes que le acompañan en la escena tan común en el arte paleocristiano de la 'traditio legis', la entrega del mensaje evangélico a los apóstoles Pedro y Pablo. Ambas figuras portan un pergamino -'rotulus legis'- y también están togados, pero carecen de los caracteres distintivos de ambos apóstoles -la barba y el gallo o la calva- que aparecerán posteriormente con la consolidación definitiva de esta religión.

Tanto es así, que el deán de la Catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, uno de los mayores expertos en iconografía paleocristiana, recomendó a los arqueólogos, después de examinar la patena hallada en Cástulo, que no atribuyesen esos personajes a Pedro y Pablo por si en la representación arcaica este tipo de escenas se representaban con apóstoles no identificados. El crismón presente en la patena representa el Alfa y el Omega, el principio y el fin, y realza la idea de inmortalidad, realeza y divinidad que se pretendía obtener con este Cristo en majestad. «Yo soy el Alfa y el Omega -dice el señor Dios- el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (Libro del Apocalipsis 1, 8).


El otro elemento arcaico de la pieza es el propio material. Tanto la elaboración del plato litúrgico, como el trazo del grabado han llevado a los expertos a pensar que fue elaborada en el taller del puerto de Ostia, en Roma, y no en otros talleres de menor importancia como el de Colonia, del que procede otra de las piezas de similar fabricación expuesta en el Metropolitan de Nueva York.

En los textos de Tertuliano, el único padre de la Iglesia que no fue canonizado, ya se habla de cálices y patenas decorados con la figura del buen pastor en el siglo III. Y en el 'Liber Pontificalis', la obra que compila las biografías de los primeros papas, se hace referencia a la presencia de patenas de vidrio durante el papado de Ceferino, en los siglos II y III. Pero una disposición del siglo IV atribuida al papa Urbano I, que ordena cómo tenían que ser los objetos de liturgia, obligó a abandonar la fabricación de cálices y patenas de vidrio, madera o cobre y a utilizar para ello metales preciosos, como el oro o la plata. De nuevo, la pieza hallada en Cástulo se encuentra en un espacio de transición entre el paleocristianismo y la consolidación como la religión de las elites vinculadas al poder.

El mosaico de los amores está a un par de metros del lugar donde apareció la patena

Pero Cástulo es mucho más que un ejemplo del primer cristianismo de la Península Ibérica. «El perfil arqueológico de Cástulo es un tesoro continuo desde la Edad del Bronce hasta el Renacimiento, cuando se abandonó definitivamente la ciudad», como explica Yolanda Jiménez, una de las arqueólogas del proyecto. Apenas se ha arañado un uno por mil de la tierra que cubre esta antigua ciudad amurallada. Pero los tesoros de los primeros siglos de nuestra era que ya han visto la luz en estas excavaciones permiten imaginar la gran urbe que se esconde bajo el promontorio. Cástulo era, a través del río Guadalimar, el último puerto de entrada a la zona desde el Mediterráneo. Y los mosaicos del siglo I que se han descubierto en este rincón de Andalucía desde 2011 dan idea de la potencia económica y el poder político de la ciudad.

El mosaico de los amores, elegido como uno de los hallazgos del año 2012 por 'National Geographic', era el suelo de la sede del culto imperial de Domiciano, un emperador autócrata y despiadado condenado al olvido a través de un 'damnatio memoriae' emitido por el Senado romano. Quizá por eso las 750.000 teselas de 24 colores traídas desde los confines del imperio hayan llegado casi intactas hasta nuestros días. «A Domiciano le cortaron la cabeza cuando se estaba construyendo el edificio, y tras la condena al olvido, se derribaron los muros sobre el propio mosaico», cuenta Marcelo Castro.

Mientras trabajan los arqueólogos, los visitantes curiosean las excavaciones y escuchan las explicaciones del equipo de Forum MMX. «En lugar de cerrar el yacimiento, hemos establecido un régimen de abierto por obras», cuenta el concejal de Patrimonio del Ayuntamiento de Linares, Daniel Campos. Además, se ha querido implicar a la población local para que se identifique con su pasado arqueológico y cientos de vecinos ya han participado como voluntarios en la excavación. «Queremos que Cástulo se convierta a través del turismo en el motor económico de una ciudad en proceso de desindustrialización», dice Juan Fernández, alcalde de Linares.

Los éxitos recientes se deben en buena parte al trabajo durante más de 20 años del arqueólogo José María Blázquez, catedrático emérito de la Complutense, quien consiguió en los años 70 que se expropiaran las 80 hectáreas de olivar que forman parte hoy del Conjunto Arqueológico de Cástulo. Por eso es él quien firma la primera referencia científica del mosaico de los amores, publicada en la revista Siete esquinas, del Centro de Estudios Linaerenses.

Cástulo es una ciudad que se devora a sí misma. Un lugar donde una joya romana del Bajo Imperio, el mosaico de los amores, y un testigo único del primer cristianismo de la Península Ibérica, una patena de vidrio tres siglos posterior se daban la mano situadas a apenas un par de metros de distancia.


Fuentes: EL MUNDO.ES

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