El misterioso descubrimiento de los guerreros de Xian
En 1974, un campesino descubrió por casualidad el primero de los ocho
mil soldados que custodiaban la tumba del primer emperador de China
La vista panorámica de la fosa número 1 de Xian permite apreciar en toda su magnitud el ejército de terracota de Qin Shihuang Di, el primer emperador de China.
Entre la ladera del monte Li y el río Wei, en la provincia china de Shaanxi, un túmulo con forma de pirámide se eleva más de 40 metros sobre la planicie. Bajo su cúspide, hoy hundida, un palacio subterráneo alberga los restos de uno de los personajes más fascinantes de la historia de China: Zhao Zheng, rey de Qin y primer unificador de China, al que conocemos como Qin Shihuang di, «el primer emperador» (259-210 a.C.).
Según el antiguo historiador chino Sima Qian, el mausoleo era de tal magnitud que en el techo se reprodujo la cúpula celestial. Debajo, los artesanos del imperio se esforzaron en construir un modelo de la tierra que conocían para que su emperador tuviera un lugar donde gobernar en el Más Allá. Usando mercurio reprodujeron los grandes ríos de China, y el océano en el que desembocan.
A principios del siglo XX circulaban historias sobre descubrimientos en la zona, protagonizadas por agricultores que excavaban en busca de agua, aunque su veracidad no es fácil de contrastar. Se contaba, por ejemplo, que un agricultor ya había alcanzado el nivel freático y el agua empezaba a llenar su pozo cuando su pala chocó con algo duro. El agua empezó a desaparecer y dejó al descubierto la cara impasible de un soldado de terracota. Asustado, volvió a enterrar la cabeza y se marchó del lugar despavorido. Otro campesino recordaba cómo su padre había descubierto antaño una escultura semejante, y ante el temor de que fuera un espíritu maligno, sacó la figura de terracota, la colgó de un árbol y la apaleó para alejar al espíritu. Pero la convulsa situación política de China en la primera mitad del siglo XX impidió comprobar si aquellas apariciones tenían interés arqueológico.
A golpe de pala
El gran descubrimiento se produjo en 1974. Aquel año la región de Shaanxi estaba sufriendo una de sus peores sequías, y los campesinos, desesperados por encontrar agua, habían empezado a excavar pozos más profundos de lo habitual. Uno de estos agricultores, Yang Zhifa, salió con sus hermanos un día para buscar agua. El pozo que estaban perforando tenía ya más de cuatro metros de profundidad cuando la pala de Yang dejó a la vista una forma circular. Pensando que se había topado con algún cuenco antiguo, excavó con cuidado alrededor de la cerámica hasta dejar al descubierto el cuello de una escultura de terracota. Acababa de despertar a los guerreros de Xian.
Los improvisados arqueólogos siguieron cavando alrededor de la figura hasta que dieron con un suelo de ladrillo. Sospechando que habían hecho un hallazgo singular, informaron a las autoridades y de inmediato la zona se llenó de arqueólogos e historiadores. Su sorpresa fue grande. El hallazgo se había producido a más de un kilómetro de distancia del túmulo del primer emperador, lo que indicaba que su tumba era mucho mayor de lo que se suponía. Pero, sobre todo, los textos literarios de la Antigüedad no hacían ninguna referencia a la presencia de esculturas en la tumba; en cambio, lo que estaba apareciendo a la vista de los arqueólogos chinos eran literalmente millares de figuras, que reproducían el ejército con el que Zhao Zheng consiguió unificar China bajo su mandato en el año 221 a.C.
Hasta el momento han aparecido en Xian más de 8.000 soldados de tamaño ligeramente superior al natural, uniformados de acuerdo con su rango, vistiendo armadura y pintados de colores brillantes. Aunque sea difícil de creer, no hay dos caras iguales entre los guerreros de Xian. La fosa número 1 contiene un ejército en formación de ataque con 6.000 figuras de caballos y soldados. Una compañía de 204 soldados de infantería armados con ballestas y arcos forma la vanguardia del ejército, seguida de treinta líneas de carros alternados con más infantes. En los flancos hay dos líneas de soldados mirando hacia fuera.
La fosa número 2, situada veinte metros al norte de la fosa 1, contiene 1.400 arqueros, soldados de infantería y carros. La formación de este otro grupo militar es más compleja y refleja una mayor variedad de tropas y auxiliares, incluyendo arqueros, lanceros, soldados de caballería, carros y dos comandantes: uno en la última fila de la vanguardia, y el otro sobre un carro de combate, tras los carros y la infantería.
El saqueo de la tumba
En la fosa número 3 se ha localizado el punto donde debía de estar situado el comandante en jefe, junto con 86 soldados, la gran mayoría oficiales. La estatua del comandante no se ha encontrado, aunque los arqueólogos creen que su ausencia está relacionada con un túmulo cercano que podría albergar la tumba del general o su efigie en terracota.
Entre el material recuperado se han encontrado espadas sin oxidar, gracias a la capa de cromo con la que fueron recubiertas, y todavía afiladas. También se han hallado mecanismos de ballestas automáticas y puntas de flechas con medidas estandarizadas que sugieren un sistema complejo de manufactura. Sin embargo, durante las excavaciones se puso de manifiesto que los soldados de terracota habían sido desprovistos de sus armas, y muchos habían sido destruidos. La historiografía china cuenta que, tras la muerte del emperador, acontecieron numerosas revueltas. Durante una de ellas, dirigida por el general Xiang Yu, del reino de Chu, los rebeldes entraron en la tumba, la saquearon y quemaron en su huida las estructuras de madera que cubrían el recinto. Los restos calcinados fueron quedando paulatinamente cubiertos por tierra y vegetación, y así quedó sellado el destino de los guerreros de Xian.
Artículo muy interesante, recuperado del antiguo blog de Otros Mundos, de hace seis años.
Fuentes:http://www.nationalgeographic.com.es
La vista panorámica de la fosa número 1 de Xian permite apreciar en toda su magnitud el ejército de terracota de Qin Shihuang Di, el primer emperador de China.
Entre la ladera del monte Li y el río Wei, en la provincia china de Shaanxi, un túmulo con forma de pirámide se eleva más de 40 metros sobre la planicie. Bajo su cúspide, hoy hundida, un palacio subterráneo alberga los restos de uno de los personajes más fascinantes de la historia de China: Zhao Zheng, rey de Qin y primer unificador de China, al que conocemos como Qin Shihuang di, «el primer emperador» (259-210 a.C.).
Según el antiguo historiador chino Sima Qian, el mausoleo era de tal magnitud que en el techo se reprodujo la cúpula celestial. Debajo, los artesanos del imperio se esforzaron en construir un modelo de la tierra que conocían para que su emperador tuviera un lugar donde gobernar en el Más Allá. Usando mercurio reprodujeron los grandes ríos de China, y el océano en el que desembocan.
A principios del siglo XX circulaban historias sobre descubrimientos en la zona, protagonizadas por agricultores que excavaban en busca de agua, aunque su veracidad no es fácil de contrastar. Se contaba, por ejemplo, que un agricultor ya había alcanzado el nivel freático y el agua empezaba a llenar su pozo cuando su pala chocó con algo duro. El agua empezó a desaparecer y dejó al descubierto la cara impasible de un soldado de terracota. Asustado, volvió a enterrar la cabeza y se marchó del lugar despavorido. Otro campesino recordaba cómo su padre había descubierto antaño una escultura semejante, y ante el temor de que fuera un espíritu maligno, sacó la figura de terracota, la colgó de un árbol y la apaleó para alejar al espíritu. Pero la convulsa situación política de China en la primera mitad del siglo XX impidió comprobar si aquellas apariciones tenían interés arqueológico.
A golpe de pala
El gran descubrimiento se produjo en 1974. Aquel año la región de Shaanxi estaba sufriendo una de sus peores sequías, y los campesinos, desesperados por encontrar agua, habían empezado a excavar pozos más profundos de lo habitual. Uno de estos agricultores, Yang Zhifa, salió con sus hermanos un día para buscar agua. El pozo que estaban perforando tenía ya más de cuatro metros de profundidad cuando la pala de Yang dejó a la vista una forma circular. Pensando que se había topado con algún cuenco antiguo, excavó con cuidado alrededor de la cerámica hasta dejar al descubierto el cuello de una escultura de terracota. Acababa de despertar a los guerreros de Xian.
Los improvisados arqueólogos siguieron cavando alrededor de la figura hasta que dieron con un suelo de ladrillo. Sospechando que habían hecho un hallazgo singular, informaron a las autoridades y de inmediato la zona se llenó de arqueólogos e historiadores. Su sorpresa fue grande. El hallazgo se había producido a más de un kilómetro de distancia del túmulo del primer emperador, lo que indicaba que su tumba era mucho mayor de lo que se suponía. Pero, sobre todo, los textos literarios de la Antigüedad no hacían ninguna referencia a la presencia de esculturas en la tumba; en cambio, lo que estaba apareciendo a la vista de los arqueólogos chinos eran literalmente millares de figuras, que reproducían el ejército con el que Zhao Zheng consiguió unificar China bajo su mandato en el año 221 a.C.
Hasta el momento han aparecido en Xian más de 8.000 soldados de tamaño ligeramente superior al natural, uniformados de acuerdo con su rango, vistiendo armadura y pintados de colores brillantes. Aunque sea difícil de creer, no hay dos caras iguales entre los guerreros de Xian. La fosa número 1 contiene un ejército en formación de ataque con 6.000 figuras de caballos y soldados. Una compañía de 204 soldados de infantería armados con ballestas y arcos forma la vanguardia del ejército, seguida de treinta líneas de carros alternados con más infantes. En los flancos hay dos líneas de soldados mirando hacia fuera.
La fosa número 2, situada veinte metros al norte de la fosa 1, contiene 1.400 arqueros, soldados de infantería y carros. La formación de este otro grupo militar es más compleja y refleja una mayor variedad de tropas y auxiliares, incluyendo arqueros, lanceros, soldados de caballería, carros y dos comandantes: uno en la última fila de la vanguardia, y el otro sobre un carro de combate, tras los carros y la infantería.
El saqueo de la tumba
En la fosa número 3 se ha localizado el punto donde debía de estar situado el comandante en jefe, junto con 86 soldados, la gran mayoría oficiales. La estatua del comandante no se ha encontrado, aunque los arqueólogos creen que su ausencia está relacionada con un túmulo cercano que podría albergar la tumba del general o su efigie en terracota.
Entre el material recuperado se han encontrado espadas sin oxidar, gracias a la capa de cromo con la que fueron recubiertas, y todavía afiladas. También se han hallado mecanismos de ballestas automáticas y puntas de flechas con medidas estandarizadas que sugieren un sistema complejo de manufactura. Sin embargo, durante las excavaciones se puso de manifiesto que los soldados de terracota habían sido desprovistos de sus armas, y muchos habían sido destruidos. La historiografía china cuenta que, tras la muerte del emperador, acontecieron numerosas revueltas. Durante una de ellas, dirigida por el general Xiang Yu, del reino de Chu, los rebeldes entraron en la tumba, la saquearon y quemaron en su huida las estructuras de madera que cubrían el recinto. Los restos calcinados fueron quedando paulatinamente cubiertos por tierra y vegetación, y así quedó sellado el destino de los guerreros de Xian.
Artículo muy interesante, recuperado del antiguo blog de Otros Mundos, de hace seis años.
Fuentes:http://www.nationalgeographic.com.es
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